domingo, 31 de mayo de 2009


Premio nacional de antropología 2001

INDICE
PROLOGO

PRESENTACIÓN Y AGRADECIMIENTOS
4
INTRODUCCION
5


ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA ETNIA WAYUU
12
La adopción de la ganadería y el desarrollo del sistema de compensaciones
12
El comercio con los grupos foráneos
14
Los enfrentamientos intergrupales en las fuentes históricas
15


LA ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA WAYUU
19
Los clanes
19
Los matrilinajes Wayuu
22
Los apüshii, parientes uterinos de ego y los o'upayuu, parientes uterinos del padre de ego
24
Los jefes tradicionales Wayuu
25


FACTORES ASOCIADOS A LAS DISPUTAS
27
Competencia por el control de un territorio
28
Los procesos de jerarquización social
31
El Quebrantamiento de normas sociales
34
Homicidios
34
Hurto de Ganado
36


MOVILIZACIÓN DE LOS INDIVIDUOS EN LAS DISPUTAS
38
La investigación de los hechos
38
El consenso del grupo familiar extenso ante las distintas opciones de acción
39
La elección del intermediario o pütchipü'ü
41
Aspectos mágicos de las disputas
41
La mujer en los conflictos interfamiliares Wayuu
43
ESPECIALISTAS EN LA SOLUCIÓN DE DISPUTAS
46
Origen mítico de los pütchipü'ü o palabreros
46
Clases de palabreros
50
Formación del palabrero tradicional
51
El palabrero como intermediario y como mediador
51
La mujer como palabrera
52
Los beneficios económicos y sociales de ser palabrero
53
La indumentaria del palabrero
55


EL ESCENARIO DE LA CONCILIACIÓN
57
Interlocutores, auxiliares y oyentes
58
El discurso del palabrero
59
La Analogía de las disputas humanas con las de otros seres de la naturaleza
60
La cita de precedentes sociales
61
La mención de normas morales que hacen encomio de la vida, la libertad y la paz
62
La invitación a la riqueza
63
El fracaso de la intermediación
65


LA COMPENSACIÓN MATERIAL
68
Origen mítico de los cobros: la historia del pájaro Utta.
69
El valor de las personas
70
Los elementos que componen la compensación
72
La recolección de la compensación
75
La distribución de la compensación
76


LA SUPERVIVENCIA DE LAS FORMAS WAYUU DE CONCILIACIÓN FRENTE A LA LEGISLACIÓN NACIONAL
79
Intervención de los cuerpos armados y las agencias gubernamentales de asuntos indígenas en las disputas
80
El sistema de conciliación tradicional Wayuu y el sistema judicial colombiano y venezolano
83
Mirando hacia el futuro
84


BIBLIOGRAFIA
87
ANEXOS
101
El adulterio de la mujer
102
De cómo Utta perdió el oficio de palabrero
104
El niño quemado
106
Saraakana Pushaina entrevista ( Fragmento)
108
Ismael Pana (entrevista)
113
Chay Gómez (entrevista)
119
Manuel Peñaranda (Moroi Epìeyuu) entrevista
124
Isidro Epinayuu (Chamuuna) entrevista
129
Glosario Jurídico en Wayuunaiki
133
Nota sobre portada y Fotografías
139
Prólogo al libro de Weildler Guerra Curvelo, La disputa y la palabra. La ley en la sociedad Wayuu
Antonino Colajanni
Profesor de Antropología social en la
Universidad de Roma “La Sapienza”
Este libro del amigo y colega Weildler Guerra Curvelo lo considero una contribución muy original al conocimiento de la sociedad Wayuu, el grupo étnico más importante de Colombia, completamente integrado en las dinámicas actuales del Departamento de la Guajira del cual representa el elemento humano y social más dinámico. La contribución de esta investigación es de gran relevancia desde el punto de vista etnográfico, porque sistematiza y completa con aportes nuevos los conocimientos sobre el tema de los conflictos sociales y sus mediaciones, que ya tenía algunos trabajos de relieve de parte antropólogos profesionales connotados, como Michel Perrin y Benson Saler. El libro se mueve entre la antropología lingüística y la antropología del derecho consuetudinario, tiene inteligentes aportes de carácter teórico que sugieren una rediscusión y una reformulación de viejos problemas del derecho consuetudinario indígena, que contribuyen a la identificación de nuevos problemas. Como en los grandes clásicos de la antropología social, en los cuales el libro de Weildler Guerra se inspira, la teoría no es exhibida y presuntuosamente proclamada en un discurso general aparte, sino encajada en el tratamiento de los datos etnográficos y resulta de la presentación de las observaciones recogidas en un largo y continuo trabajo de campo.
El estilo de escritura es muy original e insólito en el cuadro de la producción científica colombiana: muy sobrio y elegante, toma en cuenta con mucho respeto los aportes de los colegas (Perrin, Ardila, Goulet, Mansen, Petrullo, Picon, Rivera, Saler, Watson, Wilbert), que son aprovechados con intensidad. Las diferentes posiciones son presentadas en citas extensas, y la opinión – a veces diferente – del autor es presentada con mucha prudencia, frecuentemente se deriva del tratamiento general del argumento, y no es proclamada como contraste explícito con las opiniones de los demás. El libro ofrece al lector la impresión de que es un aporte personal a un trabajo colectivo, de un grupo consistente de investigadores en el cual todos y cada uno han aportado algo al tema.
La posición personal del autor es muy singular y rara: es uno de los pocos casos, en América, de un antropólogo profesional, académicamente completo y al mismo tiempo un indígena miembro con todo derecho de su cultura. Guerra aprovecha las dos miradas a un tiempo: la indígena y la antropológica, sin privilegiar la una y abandonar la otra. Así que el libro muestra con gran evidencia una profunda experiencia vivida de los hechos sociales que presenta y comenta, un saber implícito, pero también un auto examen cuidadoso de valores y prácticas culturales, una reflexión innovadora y al mismo tiempo una visión comparativa, desde lejos, con referencia a la dimensión normativa y socio-política del Estado en sus relaciones con el pueblo indígena Wayuu. En la bibliografía muy extensa sobre la etnia Wayuu este libro se destaca, entonces, por ser el primero escrito por un Wayuu mismo, desde una posición académica y por tratar extensamente un tema específico, relativamente poco estudiado.
En realidad, yo no tengo un título especial para escribir este prólogo. No soy uno de los grandes especialistas contemporáneos de la cultura Wayuu, pero soy un colega que ha tenido el privilegio de leer el manuscrito antes de su publicación, y un viejo amigo, que aprecia a Weildler Guerra y su estilo de trabajo en el campo y en la oficina. Mis relaciones con la Guajira comenzaron en 1998, en la época en que empezó el proceso de diseño y de implementación de un proyecto de protección ambiental y desarrollo sostenible de las lagunas costeras de la Guajira (desde Palomino a la Laguna Buenavista), en el cual las dinámicas sociales y culturales eran consideradas importantes para la marcha del proyecto. Weildler Guerra, que tiene también una gran experiencia de trabajo antropológico aplicado, en proyectos e iniciativas de cambio socio-económico, nos fue de gran ayuda en todo lo que se refería a la relación con su gente Wayuu. Y además, actuó como co-tutor de una tesis de un estudiante de doctorado en antropología de la Universidad de Roma, Alessandro Mancuso, que trabajó en este proyecto realizando una investigación sobre las percepciones del ambiente por parte de los Wayuu y las políticas ambientales de las instituciones públicas y privadas de la Guajira. La capacidad de estimular y dirigir, apoyando con generosidad el trabajo de jóvenes antropólogos ha sido muy evidente en el contacto que Guerra ha tenido con nuestro proyecto, confirmando al mismo tiempo la común convicción de que la antropología de hoy, sin abandonar las mejores de sus características académicas, tiene que ocuparse también de las cuestiones aplicadas, dedicándose a la transmisión del patrimonio de ideas y conceptos antropológicos hacia el mundo de la planificación y ejecución de iniciativas de desarrollo, pero valorando las culturas locales y su capacidad de gestionar los procesos de cambio y confiriendo a las variables socio-culturales la importancia que tienen en los procesos de cambio dirigido.
El interés específico que le tengo al argumento de este libro se refiere principalmente a la importancia que en el mismo se le brinda a la palabra, al ejercicio del uso social de la lengua, a la elaboración de imágenes retóricas y de procesos de mediación social que pasan por la manipulación de relaciones sociales por medio del lenguaje. Estas figuras extraordinarias que tienen los Wayuu, los “Palabreros”, representan para la antropología del lenguaje unos estudios de casos de supremo interés. La “etnografía del hablar” (the ethnography of speaking, así como la definió hace muchos años Dell Hymes) es uno de los campos de investigación más prometedores en la moderna antropología. No se trata simplemente de la “reflexión” de una cultura en sus expresiones lingüísticas, sino del proceso de “creación” social y cultural a través del sistema lingüístico. Las orientaciones recientes dirigidas a la “pragmática” (a los procesos de uso cotidiano del lenguaje como elemento fundamental en la “construcción” de relaciones sociales) le confieren al idioma una posición muy diferente en la reflexión antropológica con respecto a la simple caracterización de “vehículo de comunicación” y la utilidad cognoscitiva de tratar el lenguaje en serio, como sistema “creador” de diferencias. No se limita a la mayor comprensión de los aspectos más “conceptuales” de la cultura local, sino permite profundizar en el tema del carácter instrumental y constructivo de la comunicación lingüística. El caso de los “Palabreros” Wayuu es ejemplar en este sentido. El uso de discursos persuasivos, su capacidad de crear figuras retóricas adecuadas y eficaces, de “transfigurar” los hechos para favorecer la conciliación – mediante el pago de una indemnización – entre las partes en conflicto (los Palabreros tienen la libertad de retocar el contenido de las acciones, atenuarlo, enfatizarlo y cambiar las partes que consideren convenientes para facilitar el arreglo) y por fin la actitud para producir razonamientos y argumentaciones eficaces, son todos estos elementos de la praxis social a través del uso del lenguaje. Un ejemplo contundente de esta actitud es el caso reportado en el libro, de un Palabrero que para solucionar un caso de acceso sexual violento sobre una joven Wayuu se expresa en su discurso de propuesta de indemnización de la siguiente manera: “Ha sido la irreflexiva conducta de un hombre limitado que malinterpretó unas miradas y le faltaron palabras para enamorar a una mujer”. La importancia particular de la comunicación resalta también en la costumbre de trazar figuras con el bastón en la arena, que actúan como recursos mnemotécnicos para expresar ordenadamente los argumentos. Entonces, la memoria (la cita de precedentes sociales que refuerzan la solución propuesta), la analogía, la representación abstracta de relaciones sociales que hay que arreglar, el ritmo de “ir y volver” tejiendo entre las dos partes, las redundancias rituales que se repiten a lo largo de todo el proceso, le confieren al Palabrero Wayuu la función muy importante de “experto en el manejo del lenguaje”, de “maestro de la palabra”. Un importante Palabrero así concluyó su discurso al autor del libro: “El viento podrá borrar las marcas de la arena pero no nuestras palabras de la memoria de los hombres”.
Tengo un recuerdo muy lindo de los lejanos años ochenta, en los cuales en la Universidad de Roma organizábamos seminarios sobre “lenguaje y cultura” con el finado amigo y colega antropólogo y lingüista Giorgio Raimondo Cardona y buscábamos estudios detallados que pudiesen servir de instrumentos de trabajo para los estudiantes. Si hubiésemos tenido en nuestras manos, en los años mencionados, un libro como este de Weildler Guerra, nuestro trabajo de docencia y de investigación podría haber sido más fácil y fructuoso.
Hay otro aspecto de este libro que me llama la atención de manera particular. Los Palabreros Wayuu presentados de manera sistemática en la monografía de Weildler son figuras de intermediarios y mediadores en la solución de disputas, con un poder de ejercicio de influencia que a veces les permite ser algo muy semejante a unos “árbitros”. El sistema jurídico Wayuu aparece en todas sus características de sistema de “justicia de restitución” y no de “justicia punitiva”, en donde el principio fundamental es el reconocimiento del daño y el reequilibrio de las relaciones sociales mediante el pago de una indemnización. Recuerdo haber pasado mis primeros años de estudios antropológicos completamente metido en esta problemática. Proviniendo de una Facultad de Derecho, me apasionaban mucho los estudios de convergencia de intereses entre antropólogos y juristas. En los años setenta, mis contactos con Max Gluckman de la Universidad de Manchester me dieron unas grandes posibilidades de reflexión y análisis sobre las dinámicas de las acciones “judiciales” de los jueces tradicionales africanos, que emitían sus decisiones de acuerdo al principio del reequilibrio de las relaciones sociales y no de la “ punición ” de los culpables. El juicio no se concluía con un “ganador” y un “perdedor” ni con un “inocente” y un “culpable”, la lógica jurídica se basaba en la existencia de una pretensión fundamentada en una parte, como un poquito “mayor” de la que existía en la otra parte, no tenía sentido la oposición entre una parte que “tenía toda la razón” y la otra que “no tenía ninguna razón”. Le veo también una analogía muy interesante entre la figura del “hombre razonable” (reasonable man) que según Gluckman tenían en mente los jueces tradicionales de los Barotse de Rhodesia (con la función de modelo de orientación en el proceso de evaluación de las conductas de la gente que entraba en juicio) y la figura del “hombre Wayuu pacífico, cumplidor de las normas de convivencia”, que manejan los Palabreros como punto de referencia para sus acciones de mediadores.
El sistema jurídico Wayuu, así como aparece en este importante estudio de Weildler Guerra, merece algunas apreciaciones ulteriores. Es un sistema que se basa en el principio fundamental de la “responsabilidad objetiva”: la intencionalidad no es relevante. Cuando hay una conexión directa entre un actor social y la circunstancia de generación de un daño, automáticamente se le atribuye la responsabilidad, cualquiera que sea la diferente “causa eficiente” que directa o indirectamente ha determinado la situación generadora de un daño. El sistema es además concentrado sobre la oportunidad de encontrar una compensación del daño, sin subrayar demasiado la “responsabilidad” del sujeto en términos de “gradación de intenciones o mala voluntad” y muestra una cierta insensibilidad al problema de la aceptabilidad de las pruebas para presentar in jure. El tema central no es la decisión impuesta y fortalecida con medios de coerción, sino el consenso entre las partes. En términos más generales el proceso lógico de la resolución de los conflictos entre los Wayuu no es similar al de las decisiones judiciales contemporáneas de las sociedades urbanas: creación de una norma abstracta erga omnes - generación de instrumentos de control social - nombramiento de una institución pública especializada, con poderes de coerción - quebrantamiento de la norma - demostración pública de la misma - intervención del poder judicial - emisión de la sentencia - coerción del culpable. La lógica jurídica Wayuu parece ser no tanto normativa sino procesal, donde es la dinámica de las relaciones rituales-lingüísticas manejadas por el Palabrero la que determina la solución de las disputas. Las normas no son tan importantes como puede parecer. Se trata de algunos pocos principios generales y el problema no es percibido como “violación de un código”, sino como “generación de un daño”. No es que no exista un ámbito general de reglas sociales a un nivel muy amplio (sukua’ipa Wayuu = ‘la manera guajira’), sino que este no es el centro lógico y operativo del sistema. El mismo autor, corroborando a Saler, nos señala que: “ciertos comportamientos no aparecen como la expresión rutinaria de normas de conductas ideales, sino como el producto de la conjunción de unos cuantos principios generales y de variables y poderosas circunstancias existenciales, que pesan sobre las decisiones tomadas las cuales se enmarcan en una lógica situacional muy rica”.
No puedo concluir estas pocas páginas de presentación del libro de Weildler Guerra sino insistiendo otra vez en el hecho de que se trata de una obra muy importante en el contexto actual de la antropología colombiana, que aporta mucho a la antropología lingüística y a la antropología jurídica, rescatando al mismo tiempo la creatividad y la originalidad de una cultura colombiana, la cultura Wayuu, que tiene mucho que decirnos en lo que se refiere a la solución de los conflictos sociales, entendidos como eventos fisiológicos en la vida de una sociedad, a los cuales hay que darle solución, y no como aspectos y formas indeseadas de patología social.

PRESENTACIÓN
Los antropólogos, afirma Clifford Geertz, realizan sus investigaciones en distintos escenarios sociales y geográficos que pueden comprender lejanas comunidades indígenas, pequeños poblados campesinos o singulares áreas urbanas, empero, la materia prima de sus estudios se compone de las múltiples voces del hombre. La presente investigación etnográfica realizada entre los Wayuu, pueblo indígena de Colombia y Venezuela, tiene, por tanto, como norte al hombre dado que las disputas surgen inevitablemente en la vida social de cualquier agrupación humana y estas desarrollan mecanismos para el mantenimiento del orden establecido y la cohesión social de sus miembros.
Los palabreros Wayuu, especialistas indígenas en la solución de disputas, no perciben las desavenencias entre individuos o grupos humanos como fenómenos indeseados de patología social sino que las consideran eventos cíclicos, inherentes a la vida en comunidad, que nos brindan la oportunidad de recomponer nuestras relaciones sociales. Durante siglos diversas colectividades humanas han logrado dirimir sus querellas mediante variados mecanismos de control social que, en muchos casos, contemplan el uso de discursos persuasivos concretados en una retórica eficaz para el mantenimiento de la armonía social sin recurrir al uso de la fuerza y a cuerpos coercitivos como tribunales o policías. Los procedimientos de estos sistemas normativos no deben considerarse rudimentarios y, en contraste, pueden contribuir significativamente al estudio de los propios sistemas legales de sociedades más complejas aunque los pueblos de los cuales se deriven no alcancen una escala demográfica o tecnológica similar a la de la sociedad occidental.
Quizá, el estudio del sistema normativo Wayuu pueda contener alguna aportación que contribuya a diseñar fórmulas dirigidas a la inserción de las prácticas jurídicas indígenas dentro del sistema judicial formal o coadyuve a implementar metodologías auténticamente colombianas para la búsqueda de la paz. Por ello el presente trabajo no está dirigido exclusivamente a especialistas en el tema, como antropólogos o abogados, sino a todo lector interesado en el extenso universo de las divergencias humanas.


INTRODUCCIÓN
La península de la Guajira, situada sobre el Mar Caribe en el extremo norte de Sudamérica, es el territorio histórico de los miembros de la etnia Wayuu, también denominados Guajiros en la literatura etnográfica e histórica. Se encuentra ubicada entre los 11° y 12 °28’ de latitud norte y 71°06’ y 72°55’ de longitud oeste. La extensión de la península puede alcanzar unos 15.380 Km.2 de los cuales aproximadamente 12.240 Km.2 se hallan en el lado colombiano y 3.140 Km.2 en la parte venezolana de aquella
El área que ha sido considerada comúnmente el territorio ancestral de este Pueblo indígena comprende toda la península de la Guajira teniendo como limite oriental al Golfo de Coquibacoa y como limite occidental la vertiente nororiental de la Sierra Nevada de Santa Marta; al sur los últimos asentamientos tradicionales Wayuu se encuentran cerca a los cursos medio y bajo de los Ríos Ranchería y Limón en Colombia y Venezuela respectivamente. Actualmente, los Wayuu se han extendido a las zonas urbanas de Maracaibo, a la Serranía de Perijá y a otras áreas rurales del estado del Zulia, asimismo, importantes núcleos de familias indígenas residen en sectores urbanos de Riohacha, Maicao y Uribia en el departamento de La Guajira en Colombia. De acuerdo con el Censo Binacional de 1992 los Wayuu constituyen el grupo indígena más numeroso de Colombia y Venezuela, sus miembros llegaban en ese año a 297.454 personas, de las cuales 128.727 (43,3 %) se encontraban en el lado colombiano de la península y 168.727 (56,7 %) habitaban en el lado venezolano. La población femenina de la etnia en Colombia corresponde al 52.2% del total de la población. El 57,6 % de la población Wayuu es menor de veinte años
En la extensa literatura etnográfica disponible sobre la sociedad Wayuu aún pueden considerarse insuficientes los trabajos de investigación relacionados con la génesis y desarrollo de las disputas interfamiliares, tan frecuentes y actuales entre las distintas unidades políticas de este grupo indígena. El interés por el tema va más allá de los miembros de la comunidad de antropólogos y atrae igualmente a otros investigadores sociales, funcionarios gubernamentales, autoridades judiciales y policiales, abogados y planificadores. Los enfrentamientos interfamiliares Wayuu suelen incidir en el desarrollo de algunos programas gubernamentales que se ejecutan en la península o se encuentran directamente entre las responsabilidades de las entidades en las cuales aquellos se desempeñan. En la última década la obtención de conquistas políticas y sociales por los Pueblos indígenas de Centro y Sudamérica se ha plasmado en reconocimientos de tipo constitucional de los sistemas normativos indígenas lo cual ha estimulado también el interés de las propias comunidades por el estudio y recopilación de los principios y procedimientos que conforman sus modelos ancestrales de control social.
En lo concerniente a la investigación etnográfica propiamente dicha debemos mencionar inicialmente los aportes efectuados por el antropólogo Benson Saler, el cual llevó a cabo sus investigaciones sobre la población Wayuu en los años comprendidos entre 1967 y 1968 y luego retornó a la península durante 1970. Saler investigó sobre las disputas y sus procedimientos de conciliación entre los Wayuu. Sus resultados fueron recogidos en un ensayo llamado Principios de compensación y el valor de las personas en la Sociedad Guajira, publicado en Caracas en 1986. De acuerdo con este autor la idea de la compensación esta ampliamente difundida en la cultura Wayuu. Los giros idiomáticos y los principios de compensación se invocan, más allá de la esfera de las disputas, en los arreglos matrimoniales y en los repartos de animales en los funerales, constituyéndose en afirmaciones publicas del valor cualitativo de los individuos que reflejan a su vez la posición sociopolítica de los grupos familiares a los que pertenecen. Saler sostiene (1986:64) que el valor de las personas se negocia en la sociedad Wayuu cuando la integridad de esa persona se convierte en un asunto publico. En sus distintas descripciones etnográficas generales abordó el tema de las querellas interfamiliares haciendo significativas contribuciones sobre la materia. En uno de sus trabajos Saler hace mención de un manuscrito sobre el tema de las disputas Wayuu elaborado en 1974 que lamentablemente aún permanece inédito.
Michel Perrin, etnólogo francés, publicó en 1986, junto con José Uliyuu Machado, un ensayo llamado Justicia Guajira. En el trabajo citado los autores analizan los cambios económicos y sociales fundamentales operados durante el presente siglo en dicha agrupación indígena y se proponen definir el código normativo de respuesta social a los hechos que comportan daños físicos, morales y a la propiedad, destacando el predominio de la responsabilidad objetiva y el principio de composición privada. De manera complementaria, resaltan casos ilustrados por episodios determinados en que la venganza directa frente a la ofensa es el mecanismo adoptado. Los autores intentan mostrar como los patrones alternativos de respuesta se vinculan a las representaciones simbólicas guajiras y a las cambiantes condiciones socioeconómicas en cuanto a la riqueza disponible.
Substanciales contribuciones sobre el tema fueron realizadas por el etnólogo franco-canadiense Jean Guy Goulet quien desarrolló su trabajo de campo en La Guajira colombiana y venezolana durante quince meses comprendidos entre los años de 1975 y 1976. Partiendo de las aportaciones de Saler sobre el parentesco Wayuu, Goulet cuestionó profundamente el modelo unilineal prevaleciente en la literatura antropológica convencional sobre dicha sociedad. En su obra El Universo Social y Religioso Guajiro (1981), el autor dedicó un capitulo a presentar sus apreciaciones sobre la trascendencia social del parentesco haciendo énfasis en la concepción de la procreación y en los principios que gobiernan el derecho a la satisfacción de las distintas categorías de parientes entre los Wayuu. Para Goulet existe una distribución de responsabilidades jurídicas entre los parientes uterinos de un individuo y los parientes uterinos del padre de este. Este reparto caracteriza una dimensión importante de la organización social y política Wayuu.
El antropólogo y lingüista norteamericano Richard Mansen elaboró en 1988 su tesis doctoral en la Universidad de Illinois llamada: Dispute Negotiations among the Guajiro of Colombia and Venezuela: Dynamics of compensation and status. Mansen viajó en varias ocasiones a la Guajira colombiana durante los años comprendidos entre 1964 y 1986 bajo el auspicio del Instituto Lingüístico de Verano. El y su esposa Karis vivieron durante cuarenta meses en una comunidad Wayuu situada en las cercanías de Uribia dedicados al estudio de la lengua Wayuu. El autor considera que los procesos de manejo de disputas entre los Wayuu constituyen un evento básico en su vida social y señala que una dinámica característica de esta sociedad es el esfuerzo constante por parte de las personas para ganar status. Su estudio se dirige a mostrar como el proceso de manejo de las disputas entre los Wayuu constituye un escenario relevante de generación de status y el aumento de este constituye una de las metas de estos procesos de negociación de conflictos (Mansen, 1988:5-6).
Para probar su tesis Mansen transcribió y tradujo numerosas grabaciones realizadas durante el desarrollo de negociaciones indígenas las que analizó como textos lingüísticos para identificar en ellos tanto los componentes de la estrategia como la dinámica y propósitos de los participantes. Adicionalmente, utilizó indicadores generalmente aceptados y relacionados con la interacción de negociaciones adoptados del modelo de Gulliver P.H. (1979) los que contemplan el análisis de la aplicación del poder personal, la capacidad de persuasión y la manipulación de las normas por las partes involucradas, especialmente por el intermediario especializado.
Francois Picon, etnólogo e historiador francés, publicó en 1996 su articulo From Blood Price to Bridewealth. System of Compensation and Circulation of Goods among the Guajiro Indians (Colombia and Venezuela), en un compendio de la Societá Pastorali Tribali e Contadine de Pavia, Italia, en el cual examina los procesos de cambio ocurridos en el seno de la sociedad Wayuu a raíz de la introducción del ganado y analiza el intercambio de bienes entre los distintos grupos familiares indígenas para la realización del pago de la novia como para la entrega de compensaciones materiales por quebrantamiento de normas sociales que entrañan derramamiento de sangre. Aunque este tipo de fenómenos se indaga usualmente desde campos distintos como son los estudios de alianza y parentesco y la antropología legal respectivamente, ellos encuentran un común denominador cuando son abordados desde la antropología económica. El intercambio de bienes entre unidades sociales y políticas Wayuu permite, según el autor, reparar las desavenencias ocurridas en el pasado y establecer alianzas intergrupales, pues ellos son el lado material de acuerdos que abren o reabren pacificas y constructivas relaciones sociales (Picon,1996:307) .
Una revisión bibliográfica de los estudios relacionados con el pluralismo jurídico y el derecho comparado nos conduce a los trabajos elaborados por Ricardo Colmenares, Juez de la República de Venezuela, titulados “Del Derecho consuetudinario Guajiro al Estado Social de derecho Multiétnico en Venezuela “ y “Los derechos humanos y el Pluralismo Jurídico en Venezuela” publicados de manera respectiva en 1993 y 1995 en la ciudad de Maracaibo. En ellos el autor señala como en dicho país ha operado un pluralismo jurídico tácito en la medida en que coexisten dos o más sistemas normativos - entre ellos el derecho consuetudinario Guajiro - dentro de un mismo espacio social. Colmenares considera que los pueblos indígenas son generadores de derecho y, por tanto, la inserción de sus prácticas jurídicas dentro del sistema judicial formal contribuye a la aceptación de su igualdad material “a través de la ley” lo que debe impedir la absorción y destrucción de sus culturas ancestrales (Colmenares, 1995:37). En Venezuela es digna de mencionar también la obra pionera del abogado Manuel Matos Romero sobre el Derecho Civil y Penal Guajiro: El Pütchipü´ü o abogado Guajiro, publicada en 1975.
En el lado colombiano, el antropólogo Carlos Cesar Perafán presentó en 1995 su estudio llamado: Sistemas Jurídicos Paez, Kogui, Wayuu y Tule, divulgado con el apoyo del Instituto Colombiano de Antropología. El modelo tomado por este investigador fue el de la hermenéutica jurídica y no el de la antropología política. El autor parte de la clasificación de conductas contempladas en el código penal colombiano agregando otras relativas a la identidad étnica y cultural, los sitios sagrados, la economía y la medicina tradicional propia de los pueblos indígenas. Perafán reconoce que el procedimiento asumido descontextualiza el sistema jurídico de los demás elementos de la cultura, dado que este es solo una parte concomitante de un conjunto de practicas culturales, mas resalta su conveniencia debido a que su internes principal se dirige a compilar los sistemas jurídicos indígenas cuyo examen puede ser útil para la administración autónoma de sus territorios en virtud del reconocimiento de las jurisdicciones especiales para estos pueblos dentro de la constitución colombiana de 1991.
El presente estudio comprende los resultados iniciales de una investigación de campo sobre el tema realizada en el Departamento de La Guajira a partir del primer semestre de 1998 el cual se extendió hasta fines de 1999. El trabajo académico se efectuó como resultado del interés en el tema por parte de las asociaciones de autoridades tradicionales indígenas Wayuu del resguardo de la Alta y Media Guajira situadas en el Municipio d e Uribia. Los objetivos de esta investigación están dirigidos fundamentalmente a identificar los principales factores socioculturales asociados al surgimiento de las disputas interfamiliares Wayuu. Dichas disputas son consideradas como eventos sociales que abarcan distintas etapas en su desarrollo y conciliación a través de las cuales se evidencian y se ponen a prueba los principios en que se fundamenta el sistema de compensación vigente en dicho grupo étnico. Especial énfasis se dio al papel de los especialistas en los procesos de intermediación de las disputas y al discurso persuasivo de estos para lograr, mediante una gama de recursos retóricos, que los grupos familiares en discordia se aviniesen a un arreglo pacifico.
En concordancia con los objetivos anteriormente planteados este trabajo investigativo no pretende ir más allá de un ejercicio meramente etnográfico. Consideré conveniente que el análisis de las disputas se caracterizara por el énfasis en el estudio de elementos culturales específicos de la población Wayuu como de los tipos particulares de relaciones sociales en los cuales aquellas afloran. En este caso, como en la mayor parte de las investigaciones etnográficas, el oficio de la teoría es conseguir un vocabulario en donde se pueda expresar lo que tiene que decir la acción simbólica sobre sí misma (Geertz 1973:565).
El tema escogido cae tanto dentro del campo de la Antropología Legal como de la Antropología Política. De acuerdo con lo planteado por Sally Falk Moore en su obra Law as Process (1978:215) no existe sociedad sin ley, por tanto, no se encuentra ninguna comunidad que se halle por fuera del campo de estudio de la Antropología Legal. Toda institución socialmente significante tiene, según la citada autora, su aspecto legal. Moore cree posible aproximarse a la clasificación de un sistema legal como lo hacen los antropólogos, desde el punto de vista del tipo de sociedad en la cual la ley opera haciendo énfasis en el contexto social o, como lo hacen los abogados especialistas en derecho comparado, en función de la distribución de procedimientos específicos, de conceptos y reglas. Por otro lado, la Antropología Política se ha ocupado de estudiar este campo investigando la estructura de los roles de status a través de los cuales se ejerce la autoridad en una sociedad determinada. Los antropólogos políticos han centrado su atención en los procesos políticos o modos en que los diferentes grupos de individuos movilizan su apoyo y usan el poder para obtener una variedad de fines públicos (Nanda, 1991:250). Su interés se ha dirigido a profundizar en los modos formales e informales mediante los cuales se regula la conducta y se resuelven los conflictos
La revisión de la literatura antropológica vinculada con el tema hace obligatoria la consulta de la obra de Malinowski, especialmente de su libro: Crime and Custom in Savage Society publicado en 1926 el cual, aunque breve, tuvo un gran impacto en el desarrollo de las investigaciones en el área de la antropología legal como en otras disciplinas sociales interesadas en el tema. Por otro lado, Paul Bohanan estudió también los sistemas legales de Pueblos africanos; en 1957 dio a conocer su obra Justice and Judgment among Tiv en la cual contrasta el llamado Folk Systems, o la propia percepción que los pueblos indígenas tienen sobre sus reglas y mecanismos de control social con el analytic systems, el cual corresponde al análisis antropológico propiamente dicho. Gluckman en 1964 presentó su obra Política, derecho y ritual en la sociedad tribal, en la cual estudia la zona de lucha política, el orden, el control social, la estabilidad y el cambio de las sociedades tribales basándose principalmente en los sistemas políticos de pueblos africanos como los Barotse. ,
Otras contribuciones en este sentido son realizadas por Popsipil (1971), Epstein A.L (1974). Turner (1974), Collier (1973), Gulliver P.H. (1979) y Roberts (1979) entre otros. En tiempos recientes se ha producido un desplazamiento en los aspectos teóricos y metodológicos de esta subdisciplina desde el análisis de los procesos de disputas en contextos coloniales hacia el estudio de la naturaleza del estado el cual ya no es asociado al concepto de centralismo legal que le confería la condición de fuente única de normas obligatorias y , en contraste, el heterogéneo concepto de pluralismo legal adquiere mayor aceptación. Especial énfasis se hace actualmente en el tipo de intersección existente entre los campos políticos y socioeconómicos transnacionales y supralocales con respecto al campo estatal. En ese sentido pueden mencionarse los trabajos de Wilson (1997), Coombe (1998) y Borneman (1997) ya señalados por Moore (2001) en un oportuno articulo llamado Certainties Undone: Fifty Turbulent years of legal Anthropology 1949-1999 publicado por el Royal Anthropological Institute.
Mi trabajo de campo se desarrolló en distintas comunidades Wayuu de la Alta y Media Guajira. Durante 1998 y 1999 realicé más de veinte entrevistas semi - estructuradas a los más prestigiosos palabreros o pütchipü'ü del lado colombiano de la península. Debido a vinculaciones de parentesco, afinidad o amistad con la mayor parte de ellos me fue posible obtener entrevistas con las diferentes clases de palabreros que distinguen los Wayuu incluyendo a un maünai o palabrero de matrimonio. Las entrevistas se realizaron en lengua nativa, fueron grabadas, transcritas y traducidas al español con el apoyo de Margarita Pimienta profesores indígena de la Universidad de La Guajira en Riohacha, Colombia. Otras entrevistas se realizaron con personas que no eran especialistas en la solución de disputas, pero que habían vivido en el pasado cruentos enfrentamientos de su grupo de parientes con otros grupos familiares Wayuu. Del mismo modo fueron entrevistadas varias mujeres con inclinaciones chamanísticas que actuaban como auxiliares en los rituales de aspersión asociados a la prevención de las disputas. Algunas mujeres mayores narraron las pasadas querellas de sus familias extensas y su rol dentro de ellas como miembros femeninos del grupo.
Gran parte de los casos mencionados en este trabajo pude presenciarlos mientras me desempeñaba como Secretario de Asuntos Indígenas del departamento de La Guajira en Colombia, en los años comprendidos entre 1992 y 1994, periodo en el cual tuve bajo mi responsabilidad directa e indirecta la resolución de numerosas disputas de carácter intraétnico e interétnico. Durante el curso de diferentes procesos de intermediación he tenido acceso a las partes enfrentadas y he podido observar su desarrollo y desenlace desde las perspectivas del grupo reclamante como del grupo agresor. La colaboración prestada por el Dr. Pablo Berty, jefe de la Comisión de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior con sede en Uribia, me permitió la revisión de los valiosos y escasos archivos que habían sobrevivido a los estragos de fenómenos naturales como a la desidia del gobierno central y que recientemente se destruyeron en un infortunado incendio.
De gran importancia consideré para el estudio, la recolección de datos durante velorios de mi propio grupo familiar extenso, ocurridos en la Alta Guajira, en la Serranía de Polopo, en el transcurso del mes de Junio de 1998. En este tipo de eventos sociales, de la más alta importancia en la vida social Wayuu, fue posible recoger variadas narraciones indígenas sobre antiguas y recientes disputas así como sobre el origen mítico del sistema de compensación Wayuu. La estadía en terreno me permitió también observar el desenvolvimiento de algunas querellas recientemente surgidas y la culminación de otras que se habían iniciado años atrás.
La presentación del informe final se organizó en ocho capítulos. El primero apunta a dar información histórica sobre el grupo a estudiar incluyendo dentro de ella los primeros datos reportados sobre disputas intraétnicas en la documentación colonial y republicana. El segundo contempla una breve descripción de las estructuras políticas de los Wayuu. El capítulo tercero busca identificar aquellos factores sociales, económicos y políticos asociados a las disputas entre grupos familiares indígenas. Los capítulos cuarto, quinto y sexto son dedicados a presentar el proceso de movilización de los grupos familiares Wayuu cuando surgen situaciones de tensión con otras unidades sociales del mismo grupo étnico, así como al papel de los especialistas en las disputas y los distintos escenarios de éstas. El capítulo séptimo pretende explicar los principios de compensación y el valor de las personas en la sociedad Wayuu así como las clasificaciones émicas relacionadas con los diversos pagos que se entregan en los acuerdos. El capítulo octavo se dirige a examinar la interacción entre la sociedad Wayuu actual y la sociedad nacional colombiana y venezolana, especialmente en lo referente al desempeño del sistema de compensación tradicional en un universo social más complejo en donde intervienen estados con sistemas judiciales de tipo occidental y sus organismos de coerción para el cumplimiento de las respectivas legislaciones nacionales.
El autor es indígena urbanizado, perteneciente al clan Uliana, asociado política y territorialmente a la patria Wayuu de Manuyalu'u, en la zona costera de Carrizal, Uribia. La mayor parte de los antropólogos piensan que los actores suelen estar demasiado imbuidos en lo que hacen como para interpretar sus culturas de una manera imparcial (Kottak, 1999:9); otros consideran que el investigador dedicado al estudio de su propia cultura debe tratar de mantener la distancia social propia del extraño puesto que es muy fácil “tener por sabido lo que uno ya conoce” (Nanda, 1997:10) y, por tanto, le es difícil excluir su subjetividad. Como todo antropólogo, en su condición de ser humano que estudia a otros seres humanos, el investigador indígena comprende que su formación teórica, personalidad, sexo, intereses políticos, rango social y edad pueden ser también fuentes de prejuicios etnográficos. Ante esta situación el etnógrafo debe ser múltiplemente consciente de los sesgos sociales, personales y académicos que pueden incidir en su trabajo. Adicionalmente, le corresponde tener en cuenta que ningún individuo es portador de la totalidad del conocimiento acerca de su propia cultura, como lo confirma la existencia de roles de especialistas en el seno de las diversas sociedades humanas ya se trate de chamanes, artesanos o intermediarios en la solución de disputas, de tal manera que el antropólogo local tendrá también la inestimable oportunidad de ensanchar la visión que tiene del universo a través de la aproximación al conocimiento de sus propios connaturales.
Actualmente, un número creciente de jóvenes indígenas en Colombia y Venezuela desarrollan estudio de pre-grado y postgrado en antropología, sociología, etnoeducación o en disciplinas sociales afines. Ellos han debido abandonar durante mucho tiempo sus asentamientos tradicionales y establecerse en medios urbanos hasta culminar una educación universitaria, lo cual resulta, inevitablemente, en diferencias de su propio proceso enculturativo y vivencias humanas con respecto a sus parientes dedicados a actividades económicas y sociales de tipo tradicional en el territorio ancestral. No obstante, a pesar de los costos culturales de los procesos de urbanización, su adscripción a una sociedad indígena determinada les colocará en una posición singularmente privilegiada para acceder a la información requerida durante el trabajo de campo. Empero, lo anterior no debe llevarle a una excesiva confianza y a un descuido en el rigor sistemático con que se deben aplicar las técnicas de investigación etnográficas, pues podemos perder información valiosa si nos dejamos arrastrar por la sensación de que estamos asistiendo a un escenario que nos es cotidiano. Por mi parte juzgo que los antropólogos que se desenvuelven en su propio medio sociocultural - y cuentan con la adecuada formación teórica y el respectivo soporte comunitario, institucional y logístico - se hallan en una situación propicia para desarrollar estudios de tipo longitudinal (a largo plazo) de su sociedad basados en estancias prolongadas o en repetidas visitas. Ello permite una visión multitemporal (distintos momentos) y multilocal (varias comunidades) pocas veces accesibles al antropólogo visitante.
Comparto con los antropólogos experimentales como Marcus y Cushman (1982) el concepto de que los estudios etnográficos son obras artísticas al mismo tiempo que científicas, cuyos textos son auténticos trabajos literarios en los que el antropólogo, como mediador o traductor, comunica información de los nativos a los lectores. El entendimiento intercultural deberá surgir, por ende, del encuentro: etnógrafo, palabreros Wayuu y lector, todos ellos parte de la conversación. El lector podrá percibir y perdonar en el texto una cierta música, un involuntario ritmo producto de la invencible atracción hacia la propia cultura.
Finalmente, tomando como punto de partida el concepto de inscripción propuesto por Ricoeur y comentado por Geertz (1991: 73) acerca de que el etnógrafo inscribe en el tiempo el discurso social al escribirlo, me he atrevido a colocar algunas de las entrevistas y narraciones realizadas en terreno como anexos, a la espera de que esos datos, insuficientemente aprovechados y estudiados por el autor, puedan permanecer de una manera en que la realidad no puede y sean reconsultados en el futuro por otros investigadores sociales o por jóvenes miembros del pueblo Wayuu que deseen escuchar y revivir las antiguas voces de los palabreros.

ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA ETNIA WAYUU
LA ADOPCIÓN DE LA GANADERÍA Y EL DESARROLLO DEL SISTEMA DE COMPENSACIONES
La caracterización de una época prepastoralista plantea las primeras dificultades al investigador que trata de reconocer a los antecesores de la población Wayuu contemporánea en el complejo escenario social que muestran las fuentes documentales sobre la península de La Guajira. Son numerosos los diversos interrogantes que afloran en lo concerniente al panorama cultural de la península al inicio del contacto con la población europea y africana como en lo relativo al período en que surgen los Guajiros históricos descritos por las crónicas y documentos coloniales Las fuentes históricas evidencian que a principios del siglo XVI el escenario social en la península de la Guajira era bastante heterogéneo y permiten identificar a distintas agrupaciones indígenas presentes en dicho territorio. Entre los grupos mencionados se encuentran los Guanebucanes, Coanaos, Anates, Caquetios, Eneales, Onotos1, Macuiras y Cocinas. Tanto la ubicación precisa de los límites de sus territorios como la caracterización cultural de sus habitantes plantea grandes dificultades al investigador dadas las limitaciones de los datos históricos disponibles como por la diversidad de gentilicios que se aplicaron a diferentes grupos indígenas o a uno solo de ellos.
En relación con dicho momento Moreno (1980:80) cree posible distinguir dos tipos de economías coexistentes en la península de la Guajira: la primera de ellas, de tipo trashumante, se basaba en la caza, pesca y recolección de frutos silvestres; la segunda, de tipo semi-sedentaria, se fundamentaba en una adaptación dual que combinaba la agricultura y en la explotación de los recursos del medio costero. Del primer tipo son representativos los Cocinas, quienes no habitaban según los cronistas en poblaciones o lugares conocidos "sino metidos en montaña" o merodeando las sabanas de la península. Castellanos (1601) les describe como "gentes enjutas, altas, ligeras" que no usaban atavío alguno y belicosos en grado extremo "cuyo único sustento y cosecha es solo lo que puede darles arco y flecha". Del segundo tipo son representativos los Macuiras y Guanebucanes. Los Macuiras habitaron las sabanas de Orino, la Serranía del mismo nombre y algunas zonas costeras cercanas al Cabo de La Vela. Practicaron la agricultura y la pesca. A finales del siglo XVI participaron de los alzamientos contra el dominio español.
Durante los siglos XVI y XVII los indígenas de la península se hicieron a una numerosa ganadería. La obtención del ganado por parte de los nativos pudo provenir de medios diferentes tales como el saqueo de los hatos ganaderos de los vecinos europeos, el rescate o trueque pacífico con aquellos, a través de la captura de animales cimarrones o bien mediante los agasajos y dádivas que se les hacía para atraerlos a la paz. A partir del siglo XVII la denominación dada a los grupos indígenas de la península, con excepción de los Cocinas, será la de "Guajiros". Picon (1996:313) ha señalado que dicho término fue utilizado a partir de 1600 para aludir a unas doscientas familias indígenas que habitaban cerca de la región de Riohacha las cuales poseían para la época extensos rebaños. A partir de entonces tal denominación se expandió para designar también a todos los grupos indígenas de la península que eran poseedores de ganado. Según Oliver (1990:84) el término Guajiro y sus múltiples variantes no aparecen en las crónicas hispanas sino hasta 1626 en la obra de Fray Pedro Simón.
El pasar de formas prehispánicas de subsistencia como la caza, pesca, pequeña agricultura y recolección de frutos hacia formas mixtas de pastoralismo integral, que implicaban una economía especializada, trajo consigo la necesidad de sacrificar la autosuficiencia en la producción de alimentos y dar salida a los excedentes derivados de la actividad pastoril tales como cueros, carnes, cebo, quesos y leches ácidas. Debido a ello los Guajiros necesitaron acceder a los poblados hispanos para vender e intercambiar sus productos y adquirir a su vez los alimentos que ya no podían producir en cantidad suficiente para satisfacer sus necesidades así como para obtener otros elementos materiales que habían introducido los europeos que incluían objetos de metal, telas y municiones, entre otros.
La transición al pastoralismo por los grupos indígenas de la península antecesores de los Wayuu contemporáneos, trajo consigo el surgimiento de profundas desigualdades en el seno de éstos con base en la tenencia de grandes rebaños y de otros elementos de origen occidental. Dicho proceso de estratificación social - único en la historia de los pueblos indígenas de América - vino acompañado de nociones culturales de riqueza y de prestigio que aportaron algunos de los fundamentos del actual modelo de solución de disputas como lo es la existencia de diferentes valoraciones de las personas de acuerdo con la posición social de su grupo corporado. A través de las reparaciones, entregadas por el quebrantamiento de normas sociales y del cumplimiento de otros tipos de obligaciones tribales como el pago de la novia y la celebración de funerales, se desarrollaron también circuitos de intercambio de bienes de tipo intraétnico e interétnico (Picón: 1996 ) que permitieron el flujo de ganado, collares, armas de fuego y objetos altamente valorados entre las unidades sociales y políticas indígenas.
Además de su consecuente importancia económica dentro del conjunto de actividades de subsistencia indígena, el ganado adquirió una alta valoración simbólica estableciéndose una vinculación social entre la imagen de un grupo familiar y la imagen de su rebaño (Perrin: 1987:25). Caballos, acémilas y reses entraron a formar parte significativa del complejo de elementos utilizados en la satisfacción de las faltas, enriquecieron el acervo mítico y en general toda la tradición oral a través de diversas narraciones que les mencionan como referentes centrales.
Existe, por tanto, una evidente asociación entre la adopción del ganado, como forma principal de subsistencia, y la complejización del sistema de satisfacción por quebrantamiento de normas sociales vigente en esta sociedad. De ello no debe concluirse, sin embargo, que el paso de formas prehispánicas de subsistencia al pastoralismo condujo a una inmediata transformación de un modelo de retaliación a uno de reparación. Picón (1996:315) ha advertido sobre la tendencia de la mayoría de los autores a trazar una línea divisoria entre un estadio pre y post-pastoralista a través de la cual se caracterizaría al primero como un modelo en el cual la venganza es la forma predominante de solución de conflictos intergrupales y al segundo correspondería el actual sistema de entrega de compensaciones por quebrantamiento de normas sociales. La existencia de prácticas sociales de reparación de faltas sin la utilización de ganado es inveterada entre los Wayuu y aun se mantiene entre los pescadores como en la solución de pequeñas disputas surgidas dentro de los vecindarios indígenas
EL COMERCIO CON LOS GRUPOS FORÁNEOS
A comienzos de siglo XVII se suceden importantes procesos socioeconómicos en el territorio Guajiro. Los ricos ostrales perlíferos de sus costas que estimularon el poblamiento hispánico en su territorio, fueron recuperados por los indígenas de la península quienes, utilizando la perla como valor de cambio, entablaron relaciones comerciales tanto con los tratantes hispanos, a quienes se llamaba peruleros, como con mercaderes ingleses, holandeses y franceses. La caída de Curazao en poder de los holandeses hacia 1634 permitió a estos disponer de una base permanente para la introducción y extracción de mercaderías al Virreinato de la Nueva Granada a través de la península de La Guajira. La participación en el contrabando a través de las perlas, el palo brasil, la sal y el ganado; permitió la obtención de armas de fuego y afianzó la capacidad de resistencia de los Guajiros frente a los reiterados intentos de reducción de la Corona, facilitando la conservación de su territorio ancestral y el mantenimiento de su autonomía política y cultural, parte significativa de la cual se manifestaba en la vigencia de un sistema normativo propio.
Picon (1996:312) subraya que este comercio, iniciado en el siglo XVII entre los indígenas y los grupos foráneos hostiles a la Corona española, creció en importancia con el paso del tiempo pues la lucha entre potencias europeas, en la cual se vieron envueltos los nativos, tuvo como objetivo principal alcanzar la supremacía en el Caribe, una región clave para el imperio español en América. De esta manera la historia de los indígenas de la península se vio rápidamente integrada en una historia mundial más amplia a través de la cual se evidencia como los intereses europeos influenciaron profundamente los cambios económicos y sociales que caracterizan a la sociedad Wayuu contemporánea..
El contacto con los grupos foráneos permitió establecer nexos comerciales y culturales con el caribe insular y continental que perduran hasta hoy. Nuevos elementos de origen occidental como telas, objetos de metal y armas de fuego fluyeron a través de los circuitos interétnicos e intraétnicos de intercambio de elementos. Adicionalmente, como lo cree Saler (1988 ), la relación con los miembros de la sociedad occidental creó a lo largo de la historia oportunidades económicas y políticas para el ascenso social de algunos grupos familiares Wayuu que disputaron a otras unidades familiares extensas la preponderancia política y social en un determinado lugar. Además de la función redistribuidora de recursos y de territorios, la ocurrencia y solución de enfrentamientos internos sirvió para mantener un relativo equilibrio social en una sociedad que carece de un poder político centralizado.

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