domingo, 31 de mayo de 2009

LOS PROCESOS DE JERARQUIZACIÓN SOCIAL

Mansen (1988:3) ha considerado que una dinámica característica de la sociedad Wayuu es que sus miembros están esforzándose continuamente para ganar status.15 Los procedimientos socialmente establecidos para el manejo de las querellas constituyen un escenario de generación de status. El status generado en este escenario es, siguiendo a dicho autor, una de las metas de estos procesos de negociación de disputas. Las ofensas pueden ser causantes de dos tipos de perdidas de status: 1) por el ofensor, debido al quebrantamiento de una regla o norma social 2); por la víctima, como resultado de la ofensa realizada contra su persona (Mansen, 1988:6). Los dos tipos de status perdidos buscan ser mantenidos o aumentados durante el proceso de negociación de disputas.
Adicionalmente, los procesos de proyección política de las sociedades nacionales colombiana y venezolana hacia el territorio Guajiro, la aparición de fenómenos como el narcotráfico, la participación en el contrabando, la consecuente urbanización de numerosos grupos familiares indígenas y con ello la importancia creciente de las actividades económicas de tipo occidental, se proyectan en el escenario social y económico de la península promoviendo el surgimiento de nuevos modelos de riqueza basados en estas actividades y estimulando procesos de jerarquización social dentro de la comunidad Wayuu. Así, un clima favorable para la aparición de nuevas disputas es propiciado desde la propia sociedad nacional a través de los intereses de dirigentes políticos, funcionarios o comerciantes quienes buscan identificar y vincularse con los "caciques" o jefes tradicionales despóticos cuyo poder arrastre un gran número de seguidores. Este interlocutor único, -idealizado en la mentalidad de la población no indígena como un ser poderoso y autoritario- poco tiene que ver con los consensuales jefes tradicionales Wayuu, pero, estos tratarán de satisfacer el estereotipo occidental si de ello se desprenden ventajas políticas o económicas (Saler, 1988:116) para lograrlo pueden desconocer e, incluso, enfrentar a algunos de sus propios parientes o a otros grupos familiares con prestigio y precedencia dentro de un determinado territorio.
Son frecuentes también las querellas originadas por el antagonismo que suele darse entre “líderes” innovadores y jefes tradicionales. Los primeros, usualmente bilingües y habitualmente reconocidos como interlocutores por variados miembros de la sociedad nacional son impulsores de los procesos de cambio social. 16 Son ellos los primeros en adoptar y difundir innovaciones tecnológicas occidentales. Los segundos, ordinariamente monolingües, gozan de un gran prestigio en la etnia Wayuu y tienen dentro de ella la mayor parte de sus aliados y seguidores. La convivencia de ambas figuras en la misma patria Wayuu ( woumainpa'a) se mantendrá si los primeros realizan consultas a los segundos y, por tanto, sus actuaciones se ven legitimadas por el poder político tradicional. Cuando la autoridad tradicional es socavada por las actuaciones de los corredores pueden presentarse situaciones de enfrentamiento, en la cual ambos reclutarán partidarios entre sus parientes uterinos más cercanos. No es extraño que los jefes tradicionales pretendan que esta situación culmine con el desplazamiento de la otra facción del territorio en donde se encontraban asentados y que los jefes innovadores intenten manipular a las autoridades civiles y los cuerpos armados del estado en su favor.
Caso 1
En la Serranía de Jalaala17 se encuentra la patria Wayuu de Annerutama'ana18, la cual ha sido ancestralmente habitada por un grupo familiar cuyo hombre más reconocido es Mo'uwasai Uliana quien goza de mucho prestigio entre todos los grupos familiares asentados en esa parte de la península. Mo'uwasai corresponde al arquetipo de un jefe tradicional Wayuu. Monolingüe, apegado a las reglas tradicionales, tiene fama de ser valiente y de tener un rebaño considerable de cabras y ovejas, posee también ganado vacuno y algunos caballos.
Dentro del mismo territorio se encuentra su pariente Cesar Epieyuu, en realidad su hijo clasificado puesto que desciende de un varón Uliana de su mismo matrilinaje. Cesar recibe de su padre clasificado apoyo y protección. Este último es un joven con cierta formación occidental, bilingüe, está muy bien relacionado con las autoridades colombianas y aporta un importante caudal de votantes en los periodos electorales. A cambio de ello en Annerutama'ana se construye una escuela y se habilitan nuevas fuentes de agua. También reciben programas gubernamentales de asistencia social gracias a las amistades políticas de Cesar. El prestigio de éste aumenta entre los miembros de la sociedad nacional y entre sus parientes y vecinos Wayuu. Su casa siempre es visitada por criollos e indígenas. Muchos de los Wayuu ya no se dirigen a Mo'uwasai para obtener un favor y éste ve su liderazgo tradicional amenazado por la creciente influencia de su pariente más joven. Poco a poco se hará notoria la creciente tensión que existe entre ambos.
En cierta ocasión, durante una fiesta tradicional, un hermano de Mo'uwasai departe en la ranchería de Cesar con un pariente uterino de éste llamado Romelio Epieyuu. El consumo del rudimentario licor llamado chirrrinchi se extiende durante tres días y, finalmente, el primero de ellos decide retornar hasta su vivienda. El intenso estado de ebriedad le hace caer dormido al descampado en donde el sol inclemente del desierto abrasa su cuerpo durante horas. Al otro día su cadáver es encontrado por sus parientes uterinos quienes no se explican la causa de su muerte. Para probar la inocencia de sus parientes, Cesar Epieyuu logra persuadirles de la necesidad de llevar el cuerpo a los médicos del Hospital de Uribia, situado a más de tres horas de allí. El diagnóstico es claro: la muerte se produjo por deshidratación. Este dictamen médico no convence del todo a Mo'uwasai, que conoce de las buenas relaciones de Cesar con los alijuna, pero le impide hallar una razón clara para culparle de la muerte de su hermano. Las mujeres de la familia de Mo'uwasai murmuran que su pariente fue envenenado o muerto a través de conjuros por parte de los parientes de Cesar.
Debido a la situación de antagonismo surgida entre los Epieyuu y los Uliana, Cesar debe trasladarse con sus parientes uterinos a una colina situada a dos kilómetros de Annerutama'ana. La escuela y sus antiguas viviendas son abandonadas, pero los dos grupos familiares deberán abastecerse de un mismo pozo de agua. El trágico incidente ha afectado la vida de todo el grupo familiar de Cesar y en mayor grado a su pariente Romelio Epieyuu. Cuando éste se embriaga advierte irónicamente a sus contertulios “tengan cuidado conmigo pues todo el que me acompaña a tomar licor encuentra la muerte”. El desafortunado comentario llega a oídos de Mo'uwasai quien ve confirmada así sus sospechas y las de sus parientes en el sentido de que su hermano murió por causa de los Epieyuu. Pasados varios días, Romelio muere a manos de los Uliana y la guerra entre los dos grupos familiares se declara abierta. Meses después un pariente uterino de Mo'uwasai también es muerto por los parientes uterinos de Cesar Mo'uwasai decide tomar directamente numerosos animales de los rebaños de los Epieyuu de Annerutama'ana como indemnización por el daño causado de acuerdo con el protocolo tradicional (asiruusü mürüt). El conflicto ha afectado a estos últimos y a su jefe, Cesar, más que a los Uliana, pues, el primero ha tenido que reconstruir todo su asentamiento y se le dificulta ahora desplazarse constantemente a los centros urbanos para sus gestiones oficiales y negocios, en tanto que la gente de Mo'uwasai se encuentra en su medio tradicional y sólo los hombres en edad de combatir se han replegado a los cerros cercanos.
Enteradas las autoridades locales de la contienda y de la toma de los animales de los Epieyuu, consideran esta ultima acción un robo descarado y deciden intervenir a favor de Cesar enviando un pelotón de policías antinarcóticos que debe capturar al bárbaro Mo'uwasai. El jefe tradicional, conocedor del terreno, sitúa a decenas de sus hombres con rifles en sitios estratégicos y hace replegar a tiros a los Policías. Cesar Epieyuu acude entonces a las autoridades regionales y solicita la intervención de la Secretaría de Asuntos Indígenas de La Guajira, la cual envía un grupo de funcionarios con una intérprete Wayuu. Mo'uwasai airado les recibe, pero, no acepta su mediación en el conflicto y les da una hora para retirarse de su territorio pues de lo contrario no se hará responsable de su integridad física. La reputación de Annerutama'ana como zona de violencia se extiende entre las autoridades civiles y de Policía.
En respuesta a la intervención parcializada de las autoridades colombianas, Mo'uwasai busca apoyo entre otros grupos familiares Wayuu pertenecientes al clan Uliana con los cuales no tiene aparentes nexos de consanguinidad. Ofrece reforzar con hombres las luchas que aquellos tengan con otras familias indígenas y espera, por consiguiente, la misma reciprocidad. De esta manera, se supo que envió varios de sus hombres a los indígenas Uliana de la zona de Jetsü'ülü y se vio a estos últimos patrullar armados con los parientes de Mo'uwasai en la región de Annerutama'ana. El 31 de diciembre de ese año Mo'uwasai decide intensificar la guerra. Conocedor de que este día es importante en el calendario alijuna y de que muchos Wayuu influidos por este rito occidental ofrecen una comida de fin de año convida a sus parientes uterinos a “cenar”19 a algunos de sus enemigos. Así en las horas de la madrugada del primer día de enero la gente de Mo'uwasai da muerte al desprevenido tío materno de Cesar Epieyuu.
La tensión vuelve a apoderarse de la zona. Los ranchos de los grupos enfrentados son visibles desde las colinas en donde se encuentran asentados. Un valle de más de dos kilómetros se extiende entre ambos grupos como tierra de nadie. Hombres armados de fusiles y equipados con binoculares espían los movimientos de los vehículos que entran y salen del territorio enemigo. Los familiares paternos (o'upayuu) del tío de Cesar muerto por la familia de Mo'uwasai, envían un palabrero a este para solicitar compensación material por las lágrimas derramadas al saber la muerte de su hijo (nuwuira no'upayuu). Los Uliana acceden al pago de dicha compensación tradicional para evitar así la ampliación del circulo de aliados de sus adversarios. Ocho meses después, Cesar acude nuevamente a la Secretaria de Asuntos Indígenas para solicitar su intervención oficial pues teme que continúen las hostilidades. Se sabe que Mo'uwasai ha dicho que no descansará hasta expulsarlo de su territorio en donde ha construido una nueva escuela, viviendas y reservorios de agua. Mo'uwasai también está preocupado. Se percata de los movimientos de su adversario y percibe que estos pueden traer a los miembros de los cuerpos armados colombianos de vuelta a su territorio. Por ello envía emisarios a las autoridades civiles de Riohacha para manifestar su disposición a hablar sobre el conflicto. El jefe de dicha dependencia es nuevo en el cargo, pero es también Wayuu y pertenece al clan Uliana, aunque no tiene nexos de consanguinidad con Mo'uwasai, al cual conoce solo de oídas, este adopta una actitud conciliadora y le da al funcionario un trato deferente llamándole, con arreglo al protocolo Wayuu, con el termino tasipu : sobrino.
Luego de cuidadosos contactos por separado del funcionario con los jefes de las partes en pugna y sus respectivos parientes uterinos reconstruye la historia del conflicto y logra que ambos otorguen su palabra de no tomar la iniciativa en nuevas acciones armadas, aceptan posponer cualquier solicitud de compensación material por las muertes ocurridas hacia el futuro cuando los ánimos hayan bajado e inician una tregua en sus ataques que se mantiene hasta hoy.
EL QUEBRANTAMIENTO DE NORMAS SOCIALES
Homicidios
Una variedad de riñas aparentemente superficiales, pero que culminan en graves enfrentamientos interfamiliares, suele darse en los distintos eventos sociales Wayuu como son las prácticas de tiro al blanco, fiestas, herrajes del ganado y carreras de caballos. El consumo de alcohol actúa como detonante que permite la exteriorización de tensiones sociales y psicológicas acumuladas (Perrin, 1985:93). Un insulto, un golpe en el rostro, la mención de una persona fallecida, la derrota en una competencia ecuestre o en practicas de tiro, el recordar la muerte impune de parientes de una persona o el adulterio de una mujer, con el fin de resaltar la cobardía del otro, pueden llevar a trifulcas que conllevan numerosas muertes. En muchos casos el quebrantamiento de una norma social puede en realidad encubrir antagonismos latentes relacionados con la competencia por obtener control territorial dentro de un arrea determinada. Acciones de hostigamiento entre grupos familiares Wayuu pueden buscar el reafirmar, reformular o romper las relaciones existentes entre dos unidades sociales y medir su predominio político en la zona en donde ambos se encuentran. Esta situación puede conducir a acuerdos dentro del protocolo tradicional, una vez que la causa de controversia haya sido removida, o a enfrentamientos armados que suelen culminan en el desalojo del territorio de una de las partes enfrentadas.

Caso 2
En el asentamiento indígena de Tapalajin, situado en el centro de la península, conviven los miembros de un matrilinaje Wayuu perteneciente al clan Iipuana. El miembro de esta unidad social y política Wayuu de mayor prestigio se llama Kemeranta Iipuana. En ese territorio se encuentran varios vecindarios indígenas. En una de las pequeñas colinas que rodean a Tapalajin reside su pariente uterino Pablo Iipuana. Este es el hombre más destacado de esa pequeña ranchería. En contraste, el vecindario en donde vive Kemeranta Iipuana puede considerarse el más importante de toda la zona. Allí se localizan las fuentes de agua y se halla cerca el cementerio del grupo familiar. También se encuentra la vivienda de su cuñado Angel González, hermano de la mujer de Kemeranta, miembro del clan Iipuana, pero perteneciente a una linaje diferente cuyo territorio tradicional se encuentra cerca de la frontera con Venezuela. Angel, es un hombre manso y trabajador que posee el único vehículo de transporte de la zona, el cual se desplaza semanalmente a la ciudad de Maracaibo llevando y trayendo personas, cabras, comestibles y otros productos. Adicionalmente, Angel es dueño de un camión que destina al transporte de gasolina venezolana, posee también una tienda y varias cabezas de ganado vacuno. Las relaciones de éste con su cuñado Kemeranta son muy buenas.
Joseíto Iipuana es pariente uterino de Pablo y de Kemeranta. Es hijo de una hermana de la madre de Kemeranta, y, por tanto, hermano clasificado de este. No obstante, Joseíto es más cercano a Pablo en términos generacionales como afectivos. Las relaciones entre aquel y Kemeranta se han tornado conflictivas. Joseíto actúa como una rueda suelta en el grupo familiar extenso y ha ocasionado heridas y muertes a otros indígenas que han debido ser compensadas materialmente por sus parientes uterinos. Kemeranta disgustado por sus fechorías decide no apoyarle en sus problemas y Pablo asume las responsabilidades económicas que ocasionan las posteriores acciones de Joseíto. Este no oculta su animadversión hacia su hermano clasificado y hacia el cuñado de este, Angel, quien prospera en el territorio tradicional de la familia.
Tiempo después, durante una parranda, Joseíto da muerte a un hijo de Kemeranta Iipuana y huye de la región hacia la serranía de Cocinas. El occiso es hijo de la hermana de Angel González y la compensación económica debe ser solicitada por éste como su tío materno más representativo y cercano, pero el autor del homicidio es también hermano clasificado de su cuñado en el sistema de parentesco Wayuu. El drama de Kemeranta parece no tener una salida. Por un lado debe solicitar compensación económica por la muerte de su hijo y por otro lado ¿a quien solicitar la compensación económica por las acciones de Joseíto siendo el mismo la cabeza visible del grupo familiar del agresor? Kemeranta debe actuar pronto porque si se prolonga su indecisión los parientes uterinos de Angel González, que son, por consiguiente, los parientes uterinos (nüpüshi) de la víctima, solicitarán el pago por la muerte de su hijo y sobre él y sus parientes uterinos recaerá la responsabilidad de aportar sus bienes para cumplir con esa obligación.
En la madrugada Kemeranta llama a su cuñado Angel y le habla con tono solemne, pero lleno de afecto, expresándole cuanto dolor le ha causado la muerte de su propio hijo, al cual vio crecer y protegió desde niño. También resalta como Angel se estableció entre ellos comportándose correctamente como esposo, padre y cuñado durante años y ganando para sí el respeto y consideración de sus afines. Le reitera que cuenta con el pleno apoyo de estos y le dice que en su condición de tío materno de la víctima Ángel tiene la prioridad para solicitar compensación económica por la muerte de su sobrino y le autoriza para que incluya en su petición el pago de lágrimas que como padre le correspondería por la muerte de su hijo. Kemeranta le recuerda como Pablo Iipuana ha salido responsable por las acciones de Joseíto contra otras personas en el pasado y le sugiere enviarle un palabrero para transmitir su reclamación.
Cuando el palabrero transmite las reclamaciones de Angel y Kemeranta a Pablo Iipuana, éste rechaza rotundamente la responsabilidad de asumir el pago de las acciones de Joseito. Recuerda como Kemeranta tiene un grado de parentesco más cercano al autor material de la muerte y considera dicha sugerencia un ardid para eludir la responsabilidad jurídica y económica de Kemeranta por las acciones de su hermano clasificado. Ante la negativa de Pablo, los familiares de Angel González se alían con Kemeranta y sobreviene el enfrentamiento armado con la facción de los Iipuana encabezada por Pablo y apoyada por Joseito Iipuana con resultado de varias personas muertas en ambos bandos, perdida de animales y destrucción de algunas tumbas de los parientes de Kemeranta. Infructuosamente la Secretaria de Asuntos Indígenas interviene para obtener el cese de las hostilidades.
Dos años después Joseito muere en la Serranía de Cocinas en un ataque de otros indígenas pertenecientes al clan Uliana con los cuales tenia una enconada enemistad. Al desaparecer éste, se remueve igualmente la causa principal de la discordia y los grupos familiares encabezados por Pablo y Kemeranta cesan las hostilidades. Ambas parcialidades entregan y reciben de sus antiguos adversarios compensaciones económicas por las muertes ocurridas en el pasado y, al efectuar él ultimo pago, se reúnen los hombres del grupo alrededor de varias cajas de licor y departen amistosamente. Actualmente conviven en paz.
El hurto de ganado
El hurto de ganado adquiere cada vez más importancia como causa de enfrentamiento entre las distintas unidades familiares indígenas. A ello pueden contribuir la apertura de carreteras hacia los centros urbanos, la crisis evidente de la economía tradicional Wayuu, y el debilitamiento de los mecanismos tradicionales de control social. Esta practica se encuentra, sin embargo, estigmatizada en el seno de la comunidad Wayuu puesto que si se comprueba que un individuo ha tomado animales ajenos deberá devolver a su dueño un número muy superior al de las cabras o reses hurtadas. Es poco probable que estas acciones, cuando tienen como fin el provecho económico de un individuo, provengan de individuos pertenecientes a grupos familiares prestigiosos o que se encuentren en una situación de equilibrio social y económico con el grupo afectado y, por el contrario, correspondan a personas de menor status social cuyo prestigio se verá poco afectado si son descubiertos. En algunos casos el hurto de ganado encubre tensiones sociales más profundas y busca realmente provocar un enfrentamiento armado u hostigar a un grupo familiar de reciente asentamiento en una zona para forzar su retiro de dicho territorio.
Caso 3
Petsa'i20 Uliana es un hombre Wayuu de prestigio que reside en el territorio de Manuyaalu'u, en la zona de Carrizal dedicado a sus labores tradicionales de pastoreo, la cual ha combinado en ocasiones con la explotación de una charca de sal. Lleva dos días buscando seis de sus ovejas que desaparecieron de sus zonas de pasturaje y cuyas huellas ha seguido hasta un lugar cercano en donde hay evidencias de que fueron subidas a un vehículo probablemente con rumbo a un centro urbano de la península.
Al día siguiente se levanta muy temprano y se dirige al mercado indígena de Las Pulgas, situado en la entrada de Uribia en la Guajira colombiana, lugar en donde se expenden carne de res, cabra y oveja y también se venden animales en pie. No tarda en reconocer a sus ovinos que aún no han sido sacrificados. Sorprendido, el ladrón, un indígena del clan Püshaina, ofrece devolverle estos inmediatamente. Con mucha serenidad Petsa'i le responde que ya que se ha tomado tantas molestias en traerlos hasta allí para venderlos debe proceder a efectuar la transacción, pues, seria difícil y oneroso conseguir un vehículo para transportar sus ovejas hasta sus corrales situados a más de treinta kilómetros de ese lugar.
El anciano retorna hasta su vivienda sin el dinero y sin sus ovejas, pero, ha logrado obtener algo más importante que la mera recuperación física de estos, ha identificado al ladrón y en consecuencia al grupo familiar al cual este pertenece. En los días siguientes Petsa'i solicita al tío materno de aquel una compensación material por la afrenta que le ha sido hecha. Ha recordado la angustia vivida por la pérdida de sus preciados animales y los esfuerzos realizados en su recuperación. Solicita que se le devuelvan seis ovejas por cada una de las que le fueron hurtadas. Petsa'i es conocido entre sus vecinos y parientes por su carácter quisquilloso y siempre dispuesto a la lucha. Goza del respeto de los miembros de su grupo familiar extenso y del apoyo de sus hijos varones. Una vez sopesada las distintas opciones de acción los parientes uterinos del ladrón entregan sin regatear la compensación económica solicitada.
MOVILIZACIÓN DE LOS INDIVIDUOS EN LAS DISPUTAS
La agresión o afrenta a un individuo Wayuu desencadena un estado de tensión social que bien puede culminar en la obtención de una compensación económica y consecuente acuerdo entre las partes enfrentadas, o en un prolongado enfrentamiento armado. Las unidades sociales y políticas involucradas inician el tránsito de un estado de tranquilidad, durante la cual la vida cotidiana del grupo transcurre alrededor de la coordinación de las tareas sociales y económicas habituales, hacia un estado de preparación de los individuos para el conflicto. Ese proceso de transición, denominado por Wallace (1967:50) estado de movilización, comprende la liberación de estímulos de tipo emotivo como el manejo racionalizado de sistemas simbólicos que buscan mantener la cohesión del grupo familiar y elevar la motivación de los individuos frente a las acciones que hayan de desarrollarse en el futuro.
LA INVESTIGACIÓN DE LOS HECHOS
La ocurrencia de un homicidio cuyo autor se ignora o el hurto de algunos animales por personas desconocidas, lleva al grupo familiar afectado a realizar una minuciosa investigación de los hechos. En el primer caso se indaga acerca de los eventos sucedidos en las últimas horas de la persona fallecida. Se busca establecer quienes acompañaban a la víctima cuando ocurrió su muerte. Se precisa también el nombre de los habitantes de la vivienda o del lugar en donde ocurrieron los hechos, hasta efectuar una clara reconstrucción de estos y de los posibles motivos que llevaron a este suceso. Este es un proceso cuidadoso, pues, los Wayuu evitan, hasta donde sea posible, culpar a una persona de manera precipitada dado que ello puede volverse en su contra si se demuestra su error y entonces se verán obligados a otorgar una compensación material a los familiares del individuo injustamente acusado.
El identificar a todas las personas que estuvieron conectadas directa o indirectamente con los hechos permite establecer a que grupos familiares se les exigirá compensación económica, pues proporcionar una cabalgadura o un vaso de agua a un homicida en fuga, aunque se ignore que éste haya cometido esa acción, conlleva una responsabilidad jurídica que debe ser subsanada mediante la entrega del pago solicitado por los parientes uterinos de la víctima. La habilidad extrema de los indígenas en el rastreo de huellas de hombres y animales, debido a una experiencia de siglos en la actividad pastoril, sirve sobremanera para la averiguación de lo sucedido y ello ha permitido frecuentemente la identificación de un homicida o la recuperación de animales hurtados. Todos los miembros de la familia se encuentran prestos a obtener noticias que contribuyan al esclarecimiento de lo ocurrido. Saben que una información valiosa puede provenir de la incontinencia verbal de una mujer lenguaraz o de la excitación alcohólica de un testigo y aún del propio autor de los hechos.
Una vez identificado el responsable o los responsables de quebrantar una norma social se establece en consecuencia el grupo familiar al cual pertenece. Saler (1986:56) sostiene que los Wayuu reconocen a las personas como seres autónomos que tienen derechos, responsabilidades y un valor social, pero de manera significativa el individuo es visto como miembro de un grupo definido de parientes. El manejo de genealogías del propio linaje como de grupos familiares circunvecinos o prestigiosos, tan arraigado entre los indígenas desde temprana edad, permite ubicar al autor de la agresión en un nítido plano de coordenadas sociales. El conocimiento de las personas que tienen la jefatura política dentro del grupo agresor y el proceder de estos en situaciones similares frente a otros grupos familiares indígenas, los posibles nexos de consanguinidad o afinidad con el grupo en mención, así como el matiz de las interacciones humanas habidas en el pasado contribuyen a evaluar las posibilidades de llegar a un acuerdo dentro del protocolo tradicional o de prepararse para el enfrentamiento armado.
EL CONSENSO DEL GRUPO FAMILIAR EXTENSO ANTE LAS DISTINTAS OPCIONES DE ACCIÓN
Al contrario de lo que comúnmente creen los miembros de la sociedad nacional el manejo que los Wayuu hacen de sus disputas se parece muy poco a la llamada “ley del talión”. Cuando un grupo familiar se ve ofendido por la agresión física o la afrenta a uno de sus miembros, sus parientes uterinos suelen ponderar cuidadosamente sus fuerzas y las del grupo agresor evaluando fríamente las consecuencias de las distintas opciones de acción. De acuerdo con Saler21 (1988:116) estas pueden ser tres: a) abstenerse de culpar a alguien o de tomar medidas contra persona alguna; b) tratar de vengarse en forma sangrienta de la persona responsable o de sus parientes uterinos cercanos; c) exigir compensación material.
Es posible que luego de este frío calculo un grupo familiar se decida por aquella opción que restablezca su dignidad en el escenario social Wayuu con el menor costo en vidas y en recursos teniendo en cuenta el poder potencial22 del oponente. Por ello si el grupo agresor dispone de mayores recursos que el ofendido o ambos se hallan en una situación de equilibrio en recursos humanos y armas es probable que se vean inclinados a negociar. Si, por el contrario, los agresores rechazan la posibilidad de compensar materialmente la falta cometida puede sobrevenir el enfrentamiento armado. Saler (1986:55) considera que existen cuatro situaciones en las que los Wayuu tienden a decidirse a favor de la venganza: 1) cuando una ofensa seria es la última de una sucesión de graves ofensas por parte de la misma gente; 2) cuando la ofensa misma o las circunstancias asociadas a ella mueven sus pasiones a un grado excepcional; 3) cuando los enemigos son débiles y no pueden pagar una compensación; 4) cuando la venganza sangrienta es una estrategia calculada para sacar a sus enemigos de sus tierras o para quitarles otros recursos.
La decisión a seguir no es tomada aisladamente por los jefes tradicionales Wayuu. Estos consultan a sus hermanos biológicos y clasificados así como a sus sobrinos y a otros parientes uterinos cercanos. La opinión de las mujeres también es tenida en cuenta, pues, algunas de ellas, pueden ejercer gran influencia en las decisiones de sus hermanos o de sus tíos maternos a los cuales en ocasiones pueden reprender afectuosamente. Los hombres jóvenes pueden también expresar sus opiniones sobre el camino a seguir, pero esta será evaluada cuidadosamente por sus mayores dado que cuando aquellos son impetuosos sus voces se unen a las de algunas mujeres intolerantes y frecuentemente se inclinan por acometer a los miembros del grupo agresor. Las circunstancias especificas que rodeen los hechos van a influir también en el camino a seguir, pues la indignación por la muerte o las heridas causadas a unos de sus miembros puede provocar una reacción inmediata que les lleva a "actuar en caliente" tomando venganza inmediata de la agresión recibida (Perrin, 1985:102). Algunos jóvenes pueden también actuar precipitadamente y echar por tierra planes cuidadosamente calculados por sus mayores.
Saler (1988:78) ha observado como en las comunidades Wayuu ciertos comportamientos no aparecen como la expresión rutinaria de normas de conductas ideales, sino como el producto de la conjunción de unos cuantos principios generales y de variables y poderosas circunstancias existenciales que pesan sobre las decisiones tomadas las cuales se enmarcan en una lógica situacional muy rica. 23 En determinados casos, un grupo familiar puede abstenerse de solicitar compensación económica a través de un intermediario por la agresión o afrenta a uno de sus miembros y sus integrantes pueden optar por tomar del corral del grupo familiar agresor la cantidad de animales que consideran una indemnización apropiada. A este procedimiento se le llama en Wayuunaiki: asiruusü mürüt y en español se le designa con el término "aparte"24. Tal acción se sitúa más cerca de la guerra que de la conciliación, pero no cierra el camino a un posterior acuerdo puesto que los animales tomados en "aparte" pueden ser considerados como la base para una justa indemnización o aún exceder ésta, ante lo cual se podría devolver al grupo agresor parte de los animales secuestrados. Otros grupos familiares pueden negarse a otorgar la compensación material exigida conscientes de su superioridad numérica en hombres, armas y en recursos sobre el grupo familiar agredido creando así nuevas fuentes de tensión y hostilidad que pueden incubar futuras retaliaciones.
LA ELECCIÓN DEL INTERMEDIARIO O PÜTCHIPÜ'Ü
En la mayor parte de los casos observados se opta por el envío de un intermediario que solicite la compensación económica acorde con el status social del grupo afectado. La elección de este intermediario denominado pütchipü'ü o "palabrero" será sumamente cuidadosa cuando se trata de un caso grave de muerte o derramamiento de sangre, pues la persona escogida no debe ser, en sentido ideal, pariente cercano de los grupos afectados aunque puede tener nexos de afinidad con algunos de ellos. Consideraciones importantes en su selección son el prestigio de dicho palabrero en la solución de otros casos en el pasado como su posible ascendencia sobre el grupo agresor.
El palabrero es llamado para recibir la misión de efectuar la reclamación en nombre de todo el grupo de parientes afectados, pero éste tomará en serio su designación sólo si ella proviene del jefe tradicional reconocido o de sus parientes uterinos más representativos. Una vez que el palabrero ha sido informado en detalle de los hechos puede manifestar su aceptación o su rechazo a la misión encomendada. En caso afirmativo pregunta por el monto de la compensación económica solicitada y ultima los detalles correspondientes a su delicada misión. En contadas ocasiones el grupo agresor puede tomar la iniciativa y enviar a su vez otro intermediario para aceptar su responsabilidad y manifestar su voluntad de conciliación. Todos estos eventos se realizan en presencia de los miembros del grupo afectado y aún de sus parientes paternos, vecinos y afines parar garantizar su transparencia y legitimidad.
ASPECTOS MÁGICOS DE LAS DISPUTAS
Los momentos siguientes a la muerte o lesión de un individuo son de extrema tensión para sus parientes uterinos. La autoridad secular de los tíos maternos (alaülaa) se ve transitoriamente relegada por la autoridad ritual de la mujer chamán (ouutsü) que asume un control momentáneo de las acciones del grupo familiar. Esta ordena la celebración de rituales de aspersión a los cuales deben ser sometidos los hombres; exige el sacrificio de algunos animales preciados u otras acciones que se desprenden de su contacto con el mundo sobrenatural a través de los sueños. La carne proveniente de los animales sacrificados no podrá ser consumida por los miembros del grupo y suelen brindarse a vecinos o afines no comprometidos en el conflicto.
Los rituales de aspersión en los cuales se utilizan agua, ron y tabaco buscan preservar de las agresiones físicas de los enemigos a los hombres del matrilinaje, infundirles valor en el combate y contrarrestar el poder de la magia utilizada por el bando contrario. Suelen realizarse en altas horas de la noche colocando a los varones en fila india, semidesnudos y en movimiento. La ouutsü arroja a sus cuerpos totumadas de agua fría y buchadas de ron, al tiempo que lanza conjuros en dirección de la vivienda de los contrarios golpea brazos y pantorrillas para que estas partes del cuerpo se mantengan firmes en los combates. Los nombres de los jefes más destacados del bando enemigo son mencionados con el fin de que depongan el ánimo de hacer daño y se busca que de persistir las intenciones hostiles de los adversarios éstas se vuelvan en su contra. La persona sometida a dicho ritual debe ser encerrada en una habitación durante varios días evitando mantener contacto con otras personas y observará algunas prescripciones relacionadas con la abstinencia de relaciones sexuales y el consumo de ciertos alimentos. En la practica dichos rituales contribuyen a mantener la cohesión social y elevar el ánimo entre los miembros varones del grupo, especialmente entre aquellos sobre los cuales recae la responsabilidad de conducir las negociaciones o los enfrentamientos.
Los procedimientos adivinatorios a partir de la lectura de un tabaco o de un tizón encendido tienen un antiguo arraigo entre los Wayuu y se hallan registrados en las fuentes históricas (Arévalo, 1776; Candelier, 1893). El especialista en este tipo de adivinación es llamado o'ulaküi el cual puede, según la concepción tradicional, confirmar si la fecha acordada para efectuar un ataque es propicia o precisar las reales intenciones de un potencial adversario con el cual se ha soñado.
La protección de los miembros del grupo de parientes uterinos va a provenir en gran medida de los espíritus auxiliares (aseyuu) del ouutsü y de los espíritus tutelares de los ancestros, los cuales se comunican a través de los sueños y se representan en antiguos y pequeños amuletos llamados lanía o "contras" los que son conservados con celo por la persona encargada de su custodia y de proporcionar las ofrendas que estos solicitan periódicamente25. Un tipo de amuleto denominado tünapi es utilizado para adquirir buena puntería con las armas de fuego. Otros denominados jashieepi y kamaralieepi pueden infundir temor a las personas que reciban la palabra y suelen ser usadas por los palabreros beligerantes. Se denomina lania anasüká a la contra que evita que un grupo familiar se vea involucrado en graves querellas y samamata a la que infunde frío al potencial adversario llevándole a deponer una actitud inicialmente agresiva. (Edicto Barroso comunicación personal).
Las “contras” más valoradas por los indígenas son aquellas que presagian a través de sueños o de otras señales la proximidad de una disputa o de un suceso extraordinario. Ellas permiten a los hombres salir indemnes de los combates y provocan la confusión del enemigo. Son consideradas "malas contras" aquellas poseídas por grupos familiares que viven en continuas querellas, pues se cree que los agentes sobrenaturales del amuleto les impulsan de manera fatídica y recurrente al conflicto. Como cada unidad social Wayuu mantiene, al menos, uno de estos amuletos, y puede incluir algunas variaciones en las formas de efectuar sus ritos de protección, el conflicto se anticipa o continua a través de la magia familiar con lo cual se pueden empezar a medir las fuerzas de las unidades sociales real o potencialmente enfrentadas.
LA MUJER EN LAS DISPUTAS INTERFAMILIARES WAYUU
Las mujeres Wayuu pueden jugar un papel importante en el desarrollo de las disputas en que se ve envuelto su grupo familiar. Saler (1988: 118) señala que ellas usualmente dan consejos a sus parientes varones, ayudan a movilizar apoyo, contribuyen con sus bienes al pago de las compensaciones y algunas pueden hablar muy fuerte durante las negociaciones. Las opiniones de las mujeres consideradas prudentes tienen una alta ascendencia sobre sus parientes uterinos varones. Aunque en público muestran un gran respeto hacia sus mayores, ellas pueden, en privado, aconsejar a los hombres impetuosos y reconvenir afectuosamente a sus tíos maternos y hermanos. Un reconocido palabrero atribuía a los consejos de su progenitora el haber dedicado su vida a la intermediación de las disputas Wayuu:
" Cuando era muy joven tenía un abundante rebaño de cabras y ovejas del cual me sentía orgulloso ya que, rápidamente, se multiplicaban. Mi padre era un alijuna 26 de color moreno y mi madre una mujer del clan Epieyuu. Yo había tenido la oportunidad de cursar algunos estudios en Riohacha. Un día descubrí que los hijos de las hermanas de mi madre robaban mis animales. Indignado le dije a ésta -soy un varón que los hijos de tu hermana juzgan débil, les mataré puesto que merman mis riquezas-. Ella nada respondió por lo que pensé que aceptaba mi firme decisión. Después de la media noche mi madre meció firmemente el chinchorro en donde yo dormía profundamente. Me dijo tristemente- ¿por qué te expresas de esa forma? Te envíe a estudiar donde los alijunas para que el conocimiento obtenido de ellos te tornara en un hombre de paz que orientara nuestra familia y en cambio tengo un joven sin juicio. Yo que, a diferencia tuya, jamás he salido de nuestras tierras ancestrales, soy más sensata que tu ¿Cómo osas decir que vas a dar muerte a tus hermanos? Sé que te roban, pero ellos lo hacen porque son jóvenes y nada poseen. ¿De qué sirve la riqueza a un hombre si su familia nada tiene? Los extraños dirán que eres un rico solitario, pues tu familia continuará pobre y esa será la peor debilidad que podrán echarte en cara. Mañana llamarás a tus hermanos, darás a cada uno un buen número de animales para que inicien sus propios rebaños y no volverás a desear ningún mal para ellos.
Así lo hice y jamás volví a perder una cabra. Mi familia prosperó y yo me hice un jefe reconocido entre ellos. De esa experiencia surgió mi deseo de convertirme en palabrero y solucionar las desavenencias de mi gente a través de las palabras y no por la fuerza "(Relato de Manuel Peñaranda o Moroi Epieyuu, entrevista en campo).
Sobre las mujeres recae una gran responsabilidad económica durante los períodos de enfrentamientos armados, pues, la movilidad de los varones se ve restringida por la posibilidad de ataques enemigos. Dado que ellas no tienen estas limitaciones les corresponderá, por tanto, la tarea tradicional de comercializar los excedentes producidos por el grupo familiar en los centros urbanos y contribuir en la búsqueda de recursos adicionales para mantener los gastos que demanda el enfrentamiento armado. Las mujeres no sólo pueden encargarse de satisfacer gran parte de las necesidades básicas del grupo, sino que se preocupan por obtener para sus tíos maternos y hermanos biológicos y clasificados otros artículos de consumo, incluso licor, para evitar que estos se muestren en lugares concurridos en donde serían vulnerables a los ataques de sus adversarios.
Cuando se ha acordado la entrega de una compensación material por las actuaciones de los hombres del grupo, las mujeres se desprenden de sus animales y de sus más preciados collares. Una anciana Wayuu presente en un arreglo tradicional al observar que el palabrero enviado por el grupo reclamante se negaba a recibir los elementos entregados por su familia debido a que exigía un monto mayor, se desprendió de un collar celosamente guardado durante varias generaciones y lo aportó en presencia de los concurrentes, diciendo: " por la tranquilidad de mis varones entrego este collar. Como ves -dijo al palabrero- no quedan ya más adornos en mi cuello que las venas de mi garganta"27.
Al realizar las negociaciones las mujeres deben, de acuerdo con las normas Wayuu, limitarse a escuchar y mantener un comportamiento prudente y discreto. Ellas pueden tener, sin embargo una tácita y relativa licencia para lanzar ironías y expresar argumentos en favor de su grupo familiar lo cual se halla excluido del protocolo masculino. Estas argumentaciones laterales pueden influir sutilmente en las negociaciones al moderar en algunos casos las pretensiones desbordadas del palabrero reclamante aunque este fingirá no haberlas escuchado.28. En muchos casos si alguna de ellas se expresa airadamente ante el intermediario enviado por el bando contrario se le reconviene firmemente para que guarde silencio recalcándole que el manejo de tales situaciones no es asunto femenino.Con frecuencia una mujer mayor y de gran sensatez se expresa en favor de la paz y es cuidadosamente escuchadas por sus parientes masculinos al decir: "No deseamos que nos pase nada a nosotras después de esto, lo digo porque soy mujer y no sé pelear a la par de ustedes y le temo a la muerte y a ser quemada delante de otros." 29
Durante los encuentros armados se evita causar heridas o la muerte a las mujeres, aunque, en ocasiones ha sucedido que algunas han caído al cruzarse durante un encarnizado combate. Ellas pueden recoger información sobre los movimientos del bando contrario y en algunos caso actúan como eficientes espías. Además, recogen a los heridos y cubren con una tela el rostro de los hombres muertos. Solo a ellas corresponde el levantar a los abatidos en una refriega pues, el contacto físico con los cadáveres está vedado a los varones dado que esto les puede quitar el valor necesario para proseguir la lucha. De igual manera, ellas pueden serenamente dar pronta sepultura a los cadáveres de sus parientes uterinos varones luego de un duro enfrentamiento armado con el fin de propiciar una rápida venganza.

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