domingo, 31 de mayo de 2009

EL DISCURSO DEL PALABRERO

La habilidad oratoria de los palabreros ha sido mencionada frecuentemente en los estudios etnográficos sobre la población Wayuu (Rivera, 1990:118; Perrin 1984:94). Estos utilizan en sus intervenciones un arsenal de recursos retóricos que comúnmente incluyen: la analogía de las disputas humanas con la vida de otros seres de la naturaleza; la cita de precedentes sociales; la mención de normas morales que incluyen el encomio de la vida, la libertad y la paz; y la invitación a la riqueza. La oratoria provee un contexto especifico en el cual es apropiado invocar normas consuetudinarias públicamente entendidas y explicar obligaciones en función de ideales sociales que son raramente mencionados en la interacción cotidiana (Rosaldo 1983:209; citado en Mansen 1988:17).
El intermediario, según Black-Michaud (1978.100-101), provee un canal de comunicación entre las partes hostiles. Al actuar como tal, él aporta un código o lenguaje de compromiso y de paz a través del cual las partes se comunican mientras se elimina el código previo de invectivas agresiones verbales y violencia física. El orador introduce también un considerable volumen de redundancias rituales, argumentos retóricos, repeticiones de palabras, comportamiento formal y gestos acostumbrados, lo cual crea el sentimiento en los participantes de que están actuando por fuera de una situación cotidiana. Todo ello estimula las expectativas de lograr una salida satisfactoria a las negociaciones lo que, a su vez, reduce la animosidad y crea un espíritu de mutua colaboración 45
El palabrero puede, a través de la retórica, crear un animo indulgente en el auditorio para explicar una acción que constituya un gravísimo quebrantamiento de las normas sociales indígenas. De este modo el acceso sexual violento sobre una joven Wayuu por parte de un individuo puede ser explicado como la irreflexiva conducta de un hombre limitado que “malinterpretó unas miradas y le faltaron palabras para enamorar a una mujer”46. A través del estilo solemne de la oratoria el palabrero crea una distancia entre su condición particular de individuo y la identidad social que asume en el momento y presenta ante el auditorio. A diferencia de algunos especialistas existentes en otras culturas, que dedican principalmente sus esfuerzos a aportar o desvirtuar las pruebas que inculpan a un individuo, el pütchipü'ü buscará persuadir a los concurrentes de que a pesar de las dudas sobre la responsabilidad de aquel la mejor salida es otorgar la compensación exigida para que pueda retornarse a un estado de convivencia armoniosa entre los dos grupos involucrados en la disputa. En ciertos casos, donde no existen pruebas contundentes de la culpabilidad de uno de sus miembros, algunos grupos familiares han sido persuadidos a otorgar una compensación sólo para demostrar su apego a la paz convencidos por la brillante argumentación del palabrero.
Usualmente el escenario jurídico es una enramada en la que previamente se ha colocado una hamaca o una banca al palabrero y en donde los hombres más importantes del grupo familiar le esperan. Una joven Wayuu, encargada de atenderle, puede apartar las piedras u otros objetos que se interpongan entre aquel y su auditorio. Los escuálidos perros que se atreviesen a deslucir el solemne momento con su presencia mundana recibirán un bastonazo implacable del palabrero o un golpe de sus anfitriones. Al llegar hasta el sitio en donde se encuentran reunidos los miembros del grupo familiar agresor el palabrero no entra directamente en materia. Este preámbulo obligatorio, dirigido a distensionar el ambiente, incluye generalmente el saludo a los asistentes y su propia presentación, si no es conocido por la concurrencia. A continuación, si llega en la estación seca, hablará necesariamente del tiempo y de la extendida y prolongada sequía que azota el territorio guajiro, o de las intensas lluvias que han caído en la zona de donde proviene, si su visita se realiza en el invierno. Algunos palabreros acostumbran romper la frialdad del auditorio con un apunte humorístico y esperan a que los anfitriones les pregunten primero el motivo de su visita, ante lo cual comienzan su discurso. Al inicio de esté mencionará los nombres de las personas que le enviaron y aclarará que sólo es un mensajero cuyas palabras no se apartarán de lo que le fue encargado transmitir.
Aunque sean muchos los espectadores, formalmente el discurso del pütchipü'ü se dirige a un solo interlocutor: el pütchipala, o persona encargada de recibir la palabra. Sólo a él deberá responder las argumentaciones que haga, e ignorará los comentarios discrepantes de otros individuos, ya sean las desatinadas expresiones de un joven impetuoso o las necias palabras de una mujer pendenciera. Paulatinamente, una vez haya sondeado la habilidad argumentativa y el ánimo de conciliación de su interlocutor, irá desplegando sus facultades retóricas.
La Analogía de las disputas humanas con las de otros seres de la naturaleza

Los palabreros Wayuu no consideran el surgimiento de las disputas como manifestaciones indeseadas de patología social, sino que las consideran eventos cíclicos, inherentes a la vida en comunidad, que nos brindan la oportunidad de recomponer nuestras relaciones sociales. Debido a ello, el prestigio de un intermediario lejos de disminuir aumenta cuando el mismo, y, por consiguiente, su propio grupo familiar, se ha visto envuelto en enfrentamientos de tipo intraétnico. Es el manejo adecuado de dichas disputas dentro de las normas ideales de regulación lo que le permitirá utilizar estas como precedentes sociales que apuntalarán su papel y legitimarán sus consejos con la experiencia adquirida. El conflicto es presentado como parte cotidiana de la naturaleza en el cual los seres vivos se ven ineluctablemente inmersos
"En todas partes se crean los problemas y surgen enemigos.
¿Qué casta hoy no tiene enemigos?
Si hasta los animales los tienen
¿No los tiene también la hormiga aunque pequeña?
Y la culebra, si bien muchos le temen,
¿No tiene acaso quien la ataque?
Todos los pájaros, aunque mansos, ¿no tienen otros seres que les persiguen?
Nosotros, los humanos, no somos la excepción,
aunque no comamos a nuestros adversarios con los dientes.
Escúchame, que he venido desde Riohacha, una tierra lejana hasta tu casa
Y me he alojado en ella sin ser tu pariente,
sin ser familia tuya,
para invitarte a la paz."47
(Palabras de Angel Amaya Uliana, el más prestigios pütchipü'ü Wayuu que aun vive, Tocopa área rural de Riohacha).
La cita de precedentes sociales
Las historias de las querellas interfamiliares deben ser de obligatorio conocimiento para un buen palabrero, tanto si se trata de luchas encarnizadas como de conciliaciones memorables. El pütchipü'ü usará ambas para persuadir a las partes en disputa de la conveniencia de un buen arreglo. Recordará como prósperas familias perdieron sus riquezas y sus mejores hombres en enfrentamientos inútiles. Traerá a colación casos conocidos de sangrientas guerras surgidas por causas baladíes. El desaparecido pütche'ejechi Francisquito Sierra, conocido como Maa'alakiishi,48 acostumbraba citar el caso de una encarnizada y sangrienta enemistad entre familias Wayuu en la frontera con Venezuela surgida por una discusión en torno al cobro de un pasaje cuyo valor era de un bolívar. “El buen palabrero es aquel que va dando la explicación de lo sucedido antes, de las guerras que ocurrieron por lo que no valía la pena, de los horrores que vivieron unas familias por no haber arreglado sus problemas. Entonces, las mujeres de juicio se acercan y les dicen a sus hombres: escuchen lo que él les dice, eso es lo que nosotras queremos, que no haya más desgracias. Así es, como él les dice. Entonces eso le da más fuerza a uno como palabrero”. Estas historias tienen un impacto emotivo en el auditorio, que confirmará su veracidad facilitando así la creación de un ánimo favorable a la conciliación.
La mención de normas morales que hacen encomio de la vida, la libertad y la paz
" Para el hombre quisquilloso toda ofensa, por leve que sea, es grave y puede llevar a la guerra. Para el hombre manso toda falta aunque sea grave y dolorosa puede ser conciliada"49 (Isidro) Chamuuna Epinayuu, palabrero de consejos y disputas menores).
Los palabreros acuden a la Sükua'ipa Wayuu para persuadir a un grupo familiar de llegar a un acuerdo por la vía de la compensación, pero jamás pierden de vista la venganza como opción inmediata si fracasan sus esfuerzos y reiteran en su discurso los horrores de la guerra. Dentro de estas normas ideales se promueve la figura del hombre Wayuu pacífico, cumplidor de las normas de convivencia, que tiene en sus manos la vida y el futuro de mujeres, jóvenes y niños de su familia, en contraste con las del guerrero insensible inclinado siempre a la venganza:
" ¿Por que me han buscado? No van a dañar mi buen nombre. Que no vayan a decir que yo hago pelear a la gente ¿Ustedes creen que pelear es bueno?. ¿Qué verán después de muertos? No importan que Uds. tengan las armas. También ellos tendrán armas. ¿Cuándo se les acabará el estar bravos? ¿Creen que se van a levantar después de eso? ¿Quién ha llegado a tener el pelo blanco?. ¿A quien han visto doblado ya por una joroba que haya aguantado tantas guerras?. No conozco a nadie, no sé sí ustedes. Del plomo fabricado por los alijunas no se salva nadie, está hecho para matar y matarse el mismo. ¿Para que criamos nuestros animales? Para que sobrevivamos a través de ellos. Como los alijuna que tienen dinero cuando se hayan enfermos lo gastan para curarse y viajan a tierras lejanas. Lo mismo ocurre con nuestros animales, ellos nos tienen que salvar la vida. Los animales se hacen nuevamente después que todo pasa, trabajamos, buscamos la manera. Y así todas las cosas. Si no siembras un grano de maíz, éste no germina. Si lo siembras comerás mazorca, tomarás mazamorra. Todo lo que siembres te produce. Lo mismo nuestra alma. Nuestra alma no sabe retornar.
¿Dime como sueñas? ¿Acaso te dicen en sueños: pelea con esa persona? Si sueñas mal lo tienes que evitar. La vida es una mujer de quince de años. Cómprate una buena mula. Busca una mujer joven. Acaso no tienes hijos, no tienes mujer, no tienes sobrinos que tendrán que crecer y andar por los caminos. Piensa en ellos. Llora pues, ahora delante de mí para llorar yo también" (Palabras del pütchipü'ü Angel Amaya Uliana, para convencer al jefe de un grupo familiar ofensor de la conveniencia de otorgar una compensación).
Los palabreros Wayuu censuran en sus intervenciones el alarde de valentía en aquellos hombres caracterizados por su proclividad a la pugna. La paz se muestra vinculada a la libertad de andar desprevenidos por los caminos en tanto que la guerra se asocia con la ineluctable reducción del territorio. 50
"La bravura no es buena, ser guapetón tampoco es bueno. Es bueno saber pagar. Los animales pueden ser remplazados, los animales saben parir, así te queden dos vacas o dos caballos, ellos tendrán hijos algún día, en cambio el estar bravo como tú quieres no es bueno. Cuando hay problemas el camino por donde andamos se torna más angosto, esto no nos permite alejarnos mucho; si nos alejamos y nos encontramos con el enemigo, enseguida, allí pagamos nuestra cuenta. Por eso es bueno pagar siempre, porque pagar es igual a ser libre, puesto que el hombre belicoso ve la tierra reducirse a sus pies."(Ismael Pana: consejos a un hombre que no quiere pagar sino pelear)
La invitación a la riqueza
El valor de la persona se encuentra intrínsecamente relacionado con la posición social de su grupo familiar. La tenencia de ganado desde el siglo XVI introdujo fuertes desigualdades dentro de la sociedad Wayuu las cuales se mantienen hasta hoy. Los matrimonios, velorios y los pagos hechos a otros grupos familiares realizados para reparar la afrenta o lesión causada a un individuo han servido desde el pasado para que estos elementos se redistribuyan a través de circuitos sociales entre todas las unidades políticas que conforman el grupo étnico. Cuando surge una controversia entre un grupo familiar considerado muy rico y otro considerado pobre a causa de un homicidio los últimos expresan con frecuencia "ya que no es posible que devuelvan la vida a nuestro hermano, entréguennos sus riquezas para así compensar nuestro dolor ".
To'olosü palabrero y pariente de José Dolores (Unu'upata Apüshana), quien fue uno de los grandes jefes Wayuu de principios del siglo XX, recurría a este recurso para lograr la paz con un adversario reticente al arreglo:
" Ahora tienes un toro ¿por qué no puedes tener dos?
Te vanaglorias de poseer veinte caballos
¿Por que no tienes cuarenta?
En tu rebaño se encuentran cien ovejas
¿ Por que no tienes doscientas?
En tus manos está la riqueza y la paz51"
(Contado por el anciano Chirringo Jusayuu, del vecindario Wayuu de Ulapa'a)
Otros palabreros invitan a la prosperidad comparando la muerte con la más denigrante pobreza, en contraste con la vida que es considerada la máxima riqueza.
" Con la vida todo lo puedes,
con la muerte nada.
¿Deseas una mujer de quince años? La tendrás
Aunque seas viejo,
al menos podrás acariciarla con las manos.
Aunque seas un hombre flojo,
ya verás como la mantienes.
Aquí están tus sobrinos, tus hermanos menores.
Búscale unos bienes.
No importa que seas rico, tu solo,
tienes parientes pobres,
acuérdate de ellos". 52
(Angel Amaya Uliana, palabras para persuadir a un anciano Wayuu de aceptar una compensación).
EL FRACASO DE LA INTERMEDIACION
Caso 4
En el contorno indígena de Riohacha se encuentra la patria Wayuu de Jeyuma'ana53 en donde residen indígenas del clan Uchalayuu54 dedicados a la cría de ganado. El hombre de mayor prestigio social en ese grupo familiar llamado Carpenta Uchalayuu tiene cerca de 1500 cabras y ovejas más un numero considerable de vacunos y caballares.
Ante los frecuentes hurtos de sus animales, Carpenta ha decidido cercar más de trescientas hectáreas del territorio familiar con el fin de ejercer un mayor control sobre sus rebaños. Sin embargo, los hurtos continúan y su ganado sigue desapareciendo en numero significativo. Carpenta sospecha de un grupo de indígenas pertenecientes al clan Pütsiuyuu, famosos por su carácter pendenciero y su inclinación hacia los bienes ajenos, pero la carencia de testimonios contundentes le impide solicitar formalmente una compensación. Sabe que otros grupos familiares vecinos afectados por la perdida de sus animales han enviado en forma infructuosa a cuatro palabreros en igual numero de oportunidades los cuales han sido rechazados de manera descomedida. Ha decidido dejar las cosas como están para evitar verse envuelto en una grave disputa.
Al día siguiente veinte de sus cabras desaparecen de sus zonas de pasturaje por lo que dos días después decide consultar a sus hijos, sobrinos y hermanos clasificados sobre el camino a seguir. Todos se inclinan a favor de disimular el hurto para mantener la paz de su familia extensa. No obstante, mientras se hallaban reunidos, un niño advierte que varios de los animales hurtados han retornado a los corrales y traen en sus orejas las marcas reconocidas del clan Pütsiuyuu lo cual no solo disipa las dudas sobre los verdaderos culpables sino que se interpreta como una descarada provocación.
Los miembros del clan Uchalayuu deciden enviar la palabra de manera inmediata y comisionan a un pütche'ejechi del clan Ja'yaliyuu el cual va al lugar acompañado de un sobrino suyo y de otros miembros del clan Uchalayuu. Todos los miembros del cortejo van armados. Cuando llegan donde los Pütsiuyuu estos se hallan reunidos entregando los elementos materiales para el pago de una novia Wayuu que un miembro de su clan acaba de tomar como esposa.

El pütche'ejechi de los Uchalayuu interviene ante el jefe tradicional de los Pütsiuyuu solicitando compensación ante el evidente quebrantamiento de las normas sociales Wayuu. Este le responde de manera insolente negando el hecho e invitándoles a proceder como a bien tengan y hace ademán de sacar su arma del cinto. El sobrino del palabrero dispara y da muerte al jefe Pütsiuyuu. Los dos hermanos de este, entre los cuales se encuentra el flamante novio, intentan hacer fuego y caen también por las balas de los Uchalayuu. Una mujer se lanza a cubrir el rostro de sus hermanos tendidos en el suelo, según la costumbre Wayuu, y se desploma gravemente herida sobre una de las víctimas. Al finalizar los disparos hay cuatro miembros del clan Pütsiuyuu muertos en su propio vecindario.
La oficina Gubernamental de Asuntos Indígenas interviene ante la gravedad de los hechos para propiciar un acuerdo dentro de los usos y costumbres indígenas, pero los hombres del clan Uchalayuu se niegan a ofrecer compensación por su actuación. Saben que ante la extrema gravedad de los hechos durante los próximos años el arreglo tradicional tendrá pocas probabilidades de éxito. Los grupos familiares involucrados se encuentran en una relativa situación de equilibrio en hombres y recursos y pueden sostener una cruenta y prolongada guerra. Cada una de las partes trata de romper ese equilibrio involucrando fuerzas externas en su favor. Los Pütsiuyuu a través de sus nexos con miembros de la sociedad nacional colombiana manipulan con relativo éxito a los miembros del Ejercito y la Policía Nacional acantonados en Riohacha para que incursionen en el territorio del grupo contrario. Los Uchalayuu concitan a todos los grupos familiares indígenas vecinos que habían sido afectados por los hurtos y acciones armadas de sus enemigos para que se atrevan a enfrentarse a aquellos creando una especie de liga de familias extensas que abarca a miembros de diferentes clanes.
La invitación que hacen los funcionarios para que se avengan a la paz es rechazada por las partes, conscientes de que la situación hace mas propicia la confrontación que la conciliación. Esta ultima presenta ahora menos ventajas económicas y políticas que los costos materiales y sociales del enfrentamiento armado. Como en otros casos similares en donde ha fracasado la intermediación, las hostilidades entre los disputantes son tan fuertes que sólo pueden ser expresadas a través de la violencia física o del mutuo ostracismo social.
Este caso muestra, como acertadamente lo ha señalado Saler (1988), que no siempre el sistema tradicional logra soluciones rápidas a las disputas intergrupales. Algunas unidades políticas Wayuu conscientes de su superioridad en hombres, armas y recursos económicos pueden negarse a entregar compensaciones a un grupo afectado por las acciones de uno de sus miembros. En ocasiones, es posible que los familiares de las víctimas deban abandonar su territorio familiar ante la amenaza de sufrir nuevas agresiones. No obstante, cuando se produce una situación de tensión entre dos grupos familiares extensos el resto de la sociedad Wayuu sigue con atención el desarrollo de los acontecimientos y, en un papel similar al del coro en la tragedia griega, comenta el desenlace de los hechos, pues estos suelen convertirse en valiosos precedentes sociales que pueden ser utilizados en el futuro. Los palabreros Wayuu alegan que "quien no sabe pagar, no debe cobrar"55 y, por tanto, el grupo familiar que desconoce los mecanismos tradicionales para la regulación de las querellas, y se coloca fuera de las reglas de juego existentes en su cultura, se expone a ser atropellado por otros más poderosos y a no recibir compensación económica cuando uno de sus miembros sea agredido. Ello hace innecesaria la existencia de cuerpos coercitivos para el acatamiento de las normas sociales puesto que, al faltar al cumplimiento de las obligaciones jurídicas, antes que una ruptura en sus relaciones con el individuo - o con el grupo familiar al cual este pertenece- se produce una ruptura en las relaciones con su propia sociedad (Fortes, 1969:89)

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